24/07/2018, 16:29
Akame soltó una carcajada. Si bien él se había estado aficionando, últimamente, a la bebida... Datsue había descubierto un nuevo vicio. A su Hermano le encantaba últimamente viajar a Mori no Kuni, y Akame empezaba a intuir que no precisamente de turismo. Él, por su parte, nunca lo había probado; aunque siendo fumador de tabaco como era, pensaba que no debía ser muy diferente.
«Hablando de...»
Casi como acto reflejo, sus manos echaron mano a la cajetilla de tabaco que guardaba en uno de los bolsillos de su chaleco militar. La otra sacó un mechero del bolsillo izquierdo del pantalón de Akame, y con el gesto aprendido de un fumador avezado, en apenas un instante sacó un cigarrillo, se lo puso en los labios, lo encendió. Luego aspiró profundamente, dejando que el humo le llenara los pulmones, saboreando el amargor del tabaco. Quizás fumaba porque lo concebía como una retorcida metáfora de su vida shinobi.
Sólo después de un par de caladas, Akame contestó.
—No conseguí averiguar mucho más de lo que ya te conté aquel día —respondió, mientras ambos caminaban entre las sombras de la noche—. En realidad... Bueno, ese renegado tenía razón en algo. Estoy perdido, no hago más que dar tumbos en la oscuridad —admitió, escupiendo a un lado—. Sólo sé que todo está conectado a ese símbolo, Uróboros, y que hay gente muy poderosa detrás... ¿Qué pretenden? ¿Quiénes son? A esas preguntas no tengo respuesta.
Pegó otra calada al cigarro. Entonces volvió a sacar su cajetilla de tabaco y le ofreció uno a Datsue.
—Lo de la casa "encantada" en Ichiban, el Muerto Vivo en Yamiria... —entonces el joven Uchiha cayó en la cuenta de algo. Algo tan obvio y evidente que tuvo que contenerse para no pegarse un puñetazo en su propio rostro al darse cuenta—. ¡Yamiria! ¡Eso es! La primera vez que vimos al mercenario de las cicatrices estaba allí, ayudando a un hampón a conseguir ese instrumento mágico...
«Hablando de...»
Casi como acto reflejo, sus manos echaron mano a la cajetilla de tabaco que guardaba en uno de los bolsillos de su chaleco militar. La otra sacó un mechero del bolsillo izquierdo del pantalón de Akame, y con el gesto aprendido de un fumador avezado, en apenas un instante sacó un cigarrillo, se lo puso en los labios, lo encendió. Luego aspiró profundamente, dejando que el humo le llenara los pulmones, saboreando el amargor del tabaco. Quizás fumaba porque lo concebía como una retorcida metáfora de su vida shinobi.
Sólo después de un par de caladas, Akame contestó.
—No conseguí averiguar mucho más de lo que ya te conté aquel día —respondió, mientras ambos caminaban entre las sombras de la noche—. En realidad... Bueno, ese renegado tenía razón en algo. Estoy perdido, no hago más que dar tumbos en la oscuridad —admitió, escupiendo a un lado—. Sólo sé que todo está conectado a ese símbolo, Uróboros, y que hay gente muy poderosa detrás... ¿Qué pretenden? ¿Quiénes son? A esas preguntas no tengo respuesta.
Pegó otra calada al cigarro. Entonces volvió a sacar su cajetilla de tabaco y le ofreció uno a Datsue.
—Lo de la casa "encantada" en Ichiban, el Muerto Vivo en Yamiria... —entonces el joven Uchiha cayó en la cuenta de algo. Algo tan obvio y evidente que tuvo que contenerse para no pegarse un puñetazo en su propio rostro al darse cuenta—. ¡Yamiria! ¡Eso es! La primera vez que vimos al mercenario de las cicatrices estaba allí, ayudando a un hampón a conseguir ese instrumento mágico...