11/08/2018, 20:42
Lo estaba disfrutando. La atención, las miradas rancias, el resquemor de los uzureños hacia su extraña presencia. Todo. Disfrutaba cada reacción que generaba en aquellos que nunca le habían visto, y que a diferencia de los locales de su tierra natal, no sabían quién cojones era el Tiburón de Amegakure.
Por ello, Kaido podía pregonarse por en medio de las soleadas calles del Remolino como quien no quiere la cosa. Tratando de despejar su cabeza del examen que estaba por venir. Y la única opción que tenía, además de entrenar, era hacer la de turista.
Y como el carroñero mejor entrenado que aprovecha semejante acontecimiento para vender sus ideas, un hombre ataviado de prendas gruesas y un sombrero trató de llamar su atención.
El gyojin se detuvo en seco y miró a los lados, asumiendo que no era con él. Pero pronto se dio cuenta de que el tipo, con toda la pinta de una rata de pueblo, le estaba hablando a él.
—¿Uhmmm? ¿qué cojones quieres?
Por ello, Kaido podía pregonarse por en medio de las soleadas calles del Remolino como quien no quiere la cosa. Tratando de despejar su cabeza del examen que estaba por venir. Y la única opción que tenía, además de entrenar, era hacer la de turista.
Y como el carroñero mejor entrenado que aprovecha semejante acontecimiento para vender sus ideas, un hombre ataviado de prendas gruesas y un sombrero trató de llamar su atención.
El gyojin se detuvo en seco y miró a los lados, asumiendo que no era con él. Pero pronto se dio cuenta de que el tipo, con toda la pinta de una rata de pueblo, le estaba hablando a él.
—¿Uhmmm? ¿qué cojones quieres?