20/08/2018, 12:03
Nabi se llevó una mano a la cabeza. Parecía exasperado, y Ayame no terminaba de comprender aquella reacción tan extraña hacia un simple e inofensivo vegetal como era la cebolla... Si es que dejaban a un lado las irreprimibles lágrimas que causaba a la hora de cortarla.
—A ver, si yo no digo que seas mala persona, que lo eres —replicó—, pero no por lo de las cebollas, sino por la forma tan malvada en la que vas detrás del pobre Datsue haciendole la vida imposible y poniendo en riesgo su vida. ¡Y todo por un par de bromas! Tendrías que haberle visto cuando era joven, era día sí y día también. Además, que ya ha sufrido bastante. Tú no sabes la de lios de kages que hemos tenido, y encima tú pinchando más a un pobre uzureño de bien.
Ayame no había intervenido en todo aquel discurso soltado por el Uzureño. Más bien al contrario, el silencio se arremolinó en torno a sus labios, frío, tenso como la cuerda de un arco a punto de disparar. La calma que precedía a la impestuosa tormenta.
—Que está claro que Uchiha Datsue no es el más bondadoso y bendito de todos los habitantes de la villa, ni mucho menos, aún así tampoco es para ir dandole por culo cada vez que lo ves, mujer —continuaba hablando, ajeno a la peligrosa sombra que oscurecía los ojos de la kunoichi—. Dejale descansar. Pobrecito.
Y aquella fue la gota que desbordó el pequeño vaso que representaba su paciencia. Como movida por un muelle, Ayame se levantó de golpe, sendos puños apretados a los lados de su cuerpo, pura ira destilando por cada poro de su piel.
—¿Pobrecito? ¡¿POBRECITO?! —gritó, e incluso los pájaros que habían estado cantando entre los árboles enmudecieron asustados—. ¡¿PERO QUÉ NARICES SABRÁS TÚ DE LO QUE PASÓ ENTRE NOSOTROS?! ¿Que yo voy detrás de él? ¡¿Que puse en riesgo su vida?! ¿¿Un par de bromas?? ¡OH, VAMOS, ES LO ÚLTIMO QUE ME FALTABA POR OÍR! ¡Por mí se puede pudrir en el infierno! —culminó, agitando un brazo en el aire, tratando de ahuyentar la metafórica y pesada mosca que no la dejaba en paz por mucho que se esforzara en ello.
Desde luego, no estaba dispuesta a escuchar tonterías sobre Uchiha Datsue y su versión de los hechos, por lo que, tras dirigirle una última mirada airada al Inuzuka, giró sobre sus talones.
—Lo has conseguido, toma tu sitio —escupió, echando a andar hacia ningún lugar en concreto.
—A ver, si yo no digo que seas mala persona, que lo eres —replicó—, pero no por lo de las cebollas, sino por la forma tan malvada en la que vas detrás del pobre Datsue haciendole la vida imposible y poniendo en riesgo su vida. ¡Y todo por un par de bromas! Tendrías que haberle visto cuando era joven, era día sí y día también. Además, que ya ha sufrido bastante. Tú no sabes la de lios de kages que hemos tenido, y encima tú pinchando más a un pobre uzureño de bien.
Ayame no había intervenido en todo aquel discurso soltado por el Uzureño. Más bien al contrario, el silencio se arremolinó en torno a sus labios, frío, tenso como la cuerda de un arco a punto de disparar. La calma que precedía a la impestuosa tormenta.
—Que está claro que Uchiha Datsue no es el más bondadoso y bendito de todos los habitantes de la villa, ni mucho menos, aún así tampoco es para ir dandole por culo cada vez que lo ves, mujer —continuaba hablando, ajeno a la peligrosa sombra que oscurecía los ojos de la kunoichi—. Dejale descansar. Pobrecito.
Y aquella fue la gota que desbordó el pequeño vaso que representaba su paciencia. Como movida por un muelle, Ayame se levantó de golpe, sendos puños apretados a los lados de su cuerpo, pura ira destilando por cada poro de su piel.
—¿Pobrecito? ¡¿POBRECITO?! —gritó, e incluso los pájaros que habían estado cantando entre los árboles enmudecieron asustados—. ¡¿PERO QUÉ NARICES SABRÁS TÚ DE LO QUE PASÓ ENTRE NOSOTROS?! ¿Que yo voy detrás de él? ¡¿Que puse en riesgo su vida?! ¿¿Un par de bromas?? ¡OH, VAMOS, ES LO ÚLTIMO QUE ME FALTABA POR OÍR! ¡Por mí se puede pudrir en el infierno! —culminó, agitando un brazo en el aire, tratando de ahuyentar la metafórica y pesada mosca que no la dejaba en paz por mucho que se esforzara en ello.
Desde luego, no estaba dispuesta a escuchar tonterías sobre Uchiha Datsue y su versión de los hechos, por lo que, tras dirigirle una última mirada airada al Inuzuka, giró sobre sus talones.
—Lo has conseguido, toma tu sitio —escupió, echando a andar hacia ningún lugar en concreto.