21/08/2018, 12:32
—¡Ayame! —escuchó la voz de Nabi tras su espalda—. ¡Espera! ¡Te has dejado esto!
Ella se volvió como un acto casi reflejo. Y fue entonces cuando sucedió. Sintió un golpe blando en el pecho, acompañado del sonido de una salpicadura viscosa. Y entonces le llegó el olor. Un olor pestilente, salido de la más putrefacta de las alcantarillas. Ayame no reaccionaba. Se mantenía estática, con la cabeza gacha, sumida en un siniestro silencio mientras se contemplaba con aire ausente la ropa manchada de excremento.
«Estoy harta...»
En aquella ocasión, el vaso no se desbordó. Simplemente, estalló.
Ayame arqueó la espalda con un profundo gesto de dolor. Cayó al suelo de rodillas, y se cubrió el rostro con ambas manos. Sus hombros se convulsionaron en un silencioso sollozo y el aire comenzó a arremolinarse a su alrededor, sacudiendo sus cabellos y sus ropajes mancillados. Contaminada.
«¡ESTOY HARTA!»
Había tenido que lidiar con las absurdas venganzas de Datsue, unas venganzas que la habían llevado al borde de ser abrasada por Daruu, a estar a punto de resultar asesinada a manos de su propio Kage, a ser engañada para contaminarse con uno de aquellos asquerosos cigarrillos...
Una capa de chakra de color blanquecino se condensó en torno a su cuerpo, y desprendía una energía tal que el aire a su alrededor no tardó más que unos pocos segundos en calentarse hasta el punto de ebullición.
¡Había tenido que ver cómo Daruu, su compañero de aldea, su pareja, la traicionaba para ir a dialogar con aquel Uchiha después de haberla arrastrado a una emboscada de la que no había querido saber nada desde el principio!
El chakra seguía moldeándose a su alrededor. Ahora había formado hasta cuatro cuernos puntiagudos sobre su cabeza dirigidos hacia la parte posterior y, desde el final de su espalda, una cola comenzó a ondear, salvaje, en el aire. Quemaba, pero le daba igual. Todo le daba igual ya.
¡¡Y ahora, alguien que ni siquiera la conocía de nada no sólo se atrevía a cuestionarla, sino que decidía humillarla lanzándole una caca de su perro!!
—¡¡¡ESTOY HARTAAAAAAAA!!!
Chilló a través de las manos. Pero la voz que sonaba a través de ellas parecía entremezclarse con una mucho más gutural y feral que la de Ayame.