21/08/2018, 16:47
Aquel día daría por comenzada la última prueba de su examen. Estaba nerviosa, muy nerviosa, pero no podía evitar sentirse así del todo. Había pasado las anteriores pruebas nerviosa, sí, pero aquel día era totalmente diferente al resto, donde sus manos temblaban cual gelatina o incluso sus piernas flaquearon un poco antes de salir de casa.
Sin embargo, una vez allí, frente al estadio, poco a poco ese nerviosismo se quedó en inquietud, en miedo de perder todo lo que había ganado tras aquella prueba. Estaba preparada, sabía que podría dar lo mejor de ella, y por ello se autorelajó diciéndose a ella misma que no importaba si perdía o ganaba, si caía rendida en el combate, porque lo importante, sin lugar a dudas, era demostrar que valía como kunoichi.
Se quedó un rato en el vestuario aunque planeaba ver el combate de Ayame y Datsue —el primero en ser anunciado— sin embargo quería prepararse bien, contar todo lo que llevaba y limpiar sus armas antes de subir, por ello; cuando el combate llevaba un rato, ella apareció en la grada donde los participantes podían observar a sus compañeros y rivales. Se sentó y comenzó a observar.
De pronto, un escalofrío recorrió su espalda, ¿Ayame y Datsue? Fijó sus ojos en ellos, ¡pero qué clase de locura sería aquella! ¡Se iban a matar!
Se mordió las uñas durante todo el combate, temerosa de lo que podría pasar.
Y se quedó tensa durante todo el primer combate.
El combate de Ayame y Datsue lideró el espectáculo, seguido de otro hasta que llegó su turno. Era ella contra Amedama Daruu, aquel chico bueno en ninjutsu de agua, y probablemente en cientos de cosas más. Su mirada se cruzó con la de él, y por un momento recordó la mirada que tenía cuando lo conoció por primera vez. Aquel púrpura era muy distinto, y aún así, sentía que seguía siendo el mismo chico. Su guiño fue correspondido con una sonrisa, y ambos bajaron para ocupar sus puestos.
Estaba nerviosa, pero también emocionada por enfrentarse a alguien de otra villa, ¿cuánto podría demostrarle en un solo combate? Quizá por todo lo que conocería ya saldría ganando, porque muchas veces lo importante es conocer a tu enemigo para derrotarle, y... Bueno, aunque perdiese de paliza, algo sacaría en claro.
Salió por las puertas y cerró brevemente los ojos para acostumbrarse al sol, fijándolos en su contrincante, ataviado todavía con aquella chaqueta que le provocaba un golpe de calor solo con vérsela puesta. Con suerte, el muchacho se desprendió de ella nada más llegar a su posición. Ella se llevó las manos a la nuca, deshaciendo el nudo de su bandana, para colocársela en la frente con un fuerte nudo.
E imitó a Daruu haciendo el sello del Tigre.
—Eri-san. Disfrutemos de este combate.
—Igualmente, Daruu-san —correspondió ella, haciendo un leve asentimiento de cabeza.
Y adoptó una posición defensiva.
Sin embargo, una vez allí, frente al estadio, poco a poco ese nerviosismo se quedó en inquietud, en miedo de perder todo lo que había ganado tras aquella prueba. Estaba preparada, sabía que podría dar lo mejor de ella, y por ello se autorelajó diciéndose a ella misma que no importaba si perdía o ganaba, si caía rendida en el combate, porque lo importante, sin lugar a dudas, era demostrar que valía como kunoichi.
Se quedó un rato en el vestuario aunque planeaba ver el combate de Ayame y Datsue —el primero en ser anunciado— sin embargo quería prepararse bien, contar todo lo que llevaba y limpiar sus armas antes de subir, por ello; cuando el combate llevaba un rato, ella apareció en la grada donde los participantes podían observar a sus compañeros y rivales. Se sentó y comenzó a observar.
De pronto, un escalofrío recorrió su espalda, ¿Ayame y Datsue? Fijó sus ojos en ellos, ¡pero qué clase de locura sería aquella! ¡Se iban a matar!
Se mordió las uñas durante todo el combate, temerosa de lo que podría pasar.
Y se quedó tensa durante todo el primer combate.
• • •
El combate de Ayame y Datsue lideró el espectáculo, seguido de otro hasta que llegó su turno. Era ella contra Amedama Daruu, aquel chico bueno en ninjutsu de agua, y probablemente en cientos de cosas más. Su mirada se cruzó con la de él, y por un momento recordó la mirada que tenía cuando lo conoció por primera vez. Aquel púrpura era muy distinto, y aún así, sentía que seguía siendo el mismo chico. Su guiño fue correspondido con una sonrisa, y ambos bajaron para ocupar sus puestos.
Estaba nerviosa, pero también emocionada por enfrentarse a alguien de otra villa, ¿cuánto podría demostrarle en un solo combate? Quizá por todo lo que conocería ya saldría ganando, porque muchas veces lo importante es conocer a tu enemigo para derrotarle, y... Bueno, aunque perdiese de paliza, algo sacaría en claro.
Salió por las puertas y cerró brevemente los ojos para acostumbrarse al sol, fijándolos en su contrincante, ataviado todavía con aquella chaqueta que le provocaba un golpe de calor solo con vérsela puesta. Con suerte, el muchacho se desprendió de ella nada más llegar a su posición. Ella se llevó las manos a la nuca, deshaciendo el nudo de su bandana, para colocársela en la frente con un fuerte nudo.
E imitó a Daruu haciendo el sello del Tigre.
—Eri-san. Disfrutemos de este combate.
—Igualmente, Daruu-san —correspondió ella, haciendo un leve asentimiento de cabeza.
Y adoptó una posición defensiva.