31/08/2018, 12:10
La sonrisa de Daruu hizo que el sudor frío de Eri que comenzaba a perlarle la frente resbalase hasta juntarse con el que ya bajaba por sus mejillas. Hacía demasiado calor allí, y el combate no ayudaba a contrarrestarlo. A eso había que sumarle que el Amedama no se lo estaba poniendo para nada sencillo. Por eso cuando la katana de su contrincante comenzó a emitir pequeños rayos, ella misma se separó de su contrincante rápidamente haciendo algunas piruetas hacia detrás, tirando un poco a su izquierda y evitando el combate cuerpo a cuerpo por un tiempo.
Su cabeza trabajaba a mil por hora, sus ojos, casi vidriosos; miraban hacia un lado y hacia otro de su contrincante, sin perderle de vista —o eso intentaba, al menos—, pero no realizó nada, se quedó parada, agitada, mientras intentaba recobrar el aliento.
Y pensando en qué narices hacer contra Amedama Daruu.
Su cabeza trabajaba a mil por hora, sus ojos, casi vidriosos; miraban hacia un lado y hacia otro de su contrincante, sin perderle de vista —o eso intentaba, al menos—, pero no realizó nada, se quedó parada, agitada, mientras intentaba recobrar el aliento.
Y pensando en qué narices hacer contra Amedama Daruu.