14/09/2015, 19:40
No le sorprendió ver que Kōri estaba ya en el pasillo cuando la puerta se cerró a su espalda con un ligero "click".
—¿Has avisado ya a la enfermera?
—Sí. Enseguida vendrá con un calmante —Zetsuo asintió, satisfecho. Kōri dirigió una rápida mirada a la puerta de la habitación antes de volver a sus ojos—. ¿Cómo está?
Zetsuo volteó ligeramente el rostro.
—Mejor de lo que esperaba, la verdad. Por suerte, el sello de retención funcionó a la perfección —dejó escapar una risilla entre dientes, y se llevó una mano a la frente—. Quién me diría que esa ingenuidad suya sería tan afortunada en un momento así. No ha tardado ni medio minuto en comenzar a preguntar.
—Entonces... ¿No sabe lo que realmente ocurrió?
—No —el médico sacudió la cabeza. Su rostro volvía a ser tan serio y grave como de costumbre—. Son órdenes de Yui-sama. Y, realmente, es mejor así. Por ahora cree que ha sufrido una pulmonía que la ha mantenido en cama todo este tiempo.
Kōri se mantuvo algunos segundos en silencio, pensativo.
—¿Y qué pasará cuando sepa que Kusagakure ha sido destruida de la noche a la mañana? La voz ya ha empezado a correrse, no tardará en llegar a ella.
—Conocerá la versión oficial, la que conocen todos los ciudadanos: que el Kyūbi apareció en Kusagakure y ellos fueron incapaces de someterlo. Que nuestra aldea intervino para reducirlo y destruirlo, con grandes sacrificios a su paso —Zetsuo le dirigió una larga mirada a Kōri, asegurándose de que estaba comprendiendo todo lo que le estaba indicando. Su hijo no tardó en asentir, solemne como una estatua de mármol—. De hecho, sería conveniente que nosotros mismos nos creyéramos esa versión de la historia. La verdad es un arma peligrosa. Ayame no puede llegar a saber que fue ella la causante de una destrucción de tal magnitud.
—Entendido —los ojos de Kōri no reflejaban ningún tipo de sentimiento ni emoción cuando volvió a asentir, pero Zetsuo sabía que su hijo cumpliría con diligencia lo mandado.
Aún así, el joven dirigió una última mirada a la habitación donde se encontraba su hermana pequeña.
—Cuesta creer que un monstruo tan destructivo está en el interior del cuerpo de una niña tan inocente.
—¿Has avisado ya a la enfermera?
—Sí. Enseguida vendrá con un calmante —Zetsuo asintió, satisfecho. Kōri dirigió una rápida mirada a la puerta de la habitación antes de volver a sus ojos—. ¿Cómo está?
Zetsuo volteó ligeramente el rostro.
—Mejor de lo que esperaba, la verdad. Por suerte, el sello de retención funcionó a la perfección —dejó escapar una risilla entre dientes, y se llevó una mano a la frente—. Quién me diría que esa ingenuidad suya sería tan afortunada en un momento así. No ha tardado ni medio minuto en comenzar a preguntar.
—Entonces... ¿No sabe lo que realmente ocurrió?
—No —el médico sacudió la cabeza. Su rostro volvía a ser tan serio y grave como de costumbre—. Son órdenes de Yui-sama. Y, realmente, es mejor así. Por ahora cree que ha sufrido una pulmonía que la ha mantenido en cama todo este tiempo.
Kōri se mantuvo algunos segundos en silencio, pensativo.
—¿Y qué pasará cuando sepa que Kusagakure ha sido destruida de la noche a la mañana? La voz ya ha empezado a correrse, no tardará en llegar a ella.
—Conocerá la versión oficial, la que conocen todos los ciudadanos: que el Kyūbi apareció en Kusagakure y ellos fueron incapaces de someterlo. Que nuestra aldea intervino para reducirlo y destruirlo, con grandes sacrificios a su paso —Zetsuo le dirigió una larga mirada a Kōri, asegurándose de que estaba comprendiendo todo lo que le estaba indicando. Su hijo no tardó en asentir, solemne como una estatua de mármol—. De hecho, sería conveniente que nosotros mismos nos creyéramos esa versión de la historia. La verdad es un arma peligrosa. Ayame no puede llegar a saber que fue ella la causante de una destrucción de tal magnitud.
—Entendido —los ojos de Kōri no reflejaban ningún tipo de sentimiento ni emoción cuando volvió a asentir, pero Zetsuo sabía que su hijo cumpliría con diligencia lo mandado.
Aún así, el joven dirigió una última mirada a la habitación donde se encontraba su hermana pequeña.
—Cuesta creer que un monstruo tan destructivo está en el interior del cuerpo de una niña tan inocente.