6/09/2018, 12:07
(Última modificación: 6/09/2018, 12:07 por Aotsuki Ayame.)
—Sigo diciendo que no tiene por qué haber sido el motivo del asesinato —insistió Daruu, con un resoplido—. Si alguien con la destreza necesaria para colarse aquí y matar a un hombre con una puñalada tan precisa quisiera robar un gato, podría hacerlo sin necesidad de asesinar al dueño en primer lugar. Y la verdad, tampoco me cuadra lo de la banqueta.
—¿Y entonces por qué se lo han llevado? No es que pudiera contárselo a nadie —objetó Ayame, que no dejaba de darle vueltas a aquella idea, mientras apoyaba las manos en las rodillas y se reincorporaba. Estaba comenzando a agobiarse. Por muchas vueltas que le diera, por mucho que mirara a aquella banqueta, las marcas en el suelo, la suciedad, los pelos o los cristales rotos, no se le ocurría nada nuevo que añadir. No dejaban de aparecer piezas, pero todas ellas parecían inconexas, cada una de ellas en un punto aleatorio del puzzle que representaban—. Lo siento. No se me ocurre nada más... —terminó por suspirar, frustrada.
Quizás necesitaba con algo más que sus ojos. Se dio media vuelta, se colocó en el centro del salón y chasqueó la lengua. El sonido, amplificado con su chakra, se expandió por todos y cada uno de los rincones más remotos del local. El eco retornaría a ella con cada obstáculo detectado, dibujando una imagen en su cerebro. Una instantánea que quizás revelara algo más...
—¿Y entonces por qué se lo han llevado? No es que pudiera contárselo a nadie —objetó Ayame, que no dejaba de darle vueltas a aquella idea, mientras apoyaba las manos en las rodillas y se reincorporaba. Estaba comenzando a agobiarse. Por muchas vueltas que le diera, por mucho que mirara a aquella banqueta, las marcas en el suelo, la suciedad, los pelos o los cristales rotos, no se le ocurría nada nuevo que añadir. No dejaban de aparecer piezas, pero todas ellas parecían inconexas, cada una de ellas en un punto aleatorio del puzzle que representaban—. Lo siento. No se me ocurre nada más... —terminó por suspirar, frustrada.
Quizás necesitaba con algo más que sus ojos. Se dio media vuelta, se colocó en el centro del salón y chasqueó la lengua. El sonido, amplificado con su chakra, se expandió por todos y cada uno de los rincones más remotos del local. El eco retornaría a ella con cada obstáculo detectado, dibujando una imagen en su cerebro. Una instantánea que quizás revelara algo más...