7/09/2018, 01:22
Y mientras Datsue contaba aquella anécdota, Kaido se vio en la obligación de pegarse un fugaz y fortuito viaje al pasado. A aquella fatídica noche de tormenta en la que él, tal y como lo contaba el uzujin, hizo desaparecer a unos cuantos. A su propia familia. ¿Y vivía martirizado por eso?
En lo absoluto. Ya se lo había dicho a Datsue, era una cuestión de algo tan simple como el deber, que a su vez yacía supedito a un bienestar mayor, que no era sino la prevalencia de la Aldea. Quizás, era lo que habría pensado Uzumaki Zoku al orquestar sus planes. Y es lo que había pensado Yui al dar la orden de que su reducto de clan fuera exterminado por su propia voluntad. ¿Además, quiénes eran ellos dos para recriminar lo que decide un shinobi experimentado, y de lo que esconden todas las decisiones de cualquier líder de una nación? ¿eran ellos capaces de entender la responsabilidad que significaba llevar aquel sombrero, y de las consecuencias de una decisión errada? ¿de que si el ejemplo no es impartido, podrían haber más Aiko sublevándose cada dos por tres?
Datsue se jactaba de aquellos tiempos en los que eran jóvenes y alocados, pero lo cierto es que aún eran unos críos jugando en las ligas mayores. Jugando a ser Dioses y Bestias a partes iguales. Lamentablemente, no tenían oración alguna en aquel entierro. No hasta que alguno de ellos dos tuvieran la capacidad de cambiar las cosas de no estar de acuerdo con ellas.
La mano de Kaido se alzó, y apuntó a Datsue con la palma abierta. Sugiriendo calma con su ademán.
—Te he dado un puto dedo de confianza, Datsue. No pretendas agarrarme le picha entera al insultar a mi Kage en mi cara —dijo. Ni enfadado ni tranquilo, tan sólo era una aclaratoria—. ahora, con respecto a Aiko, vas a tener que dejar de responsabilizar a la gente por lo que le pasó. Y no pretendas que ni tú, ni yo, ni una jodida comitiva de genin dándose golpes de pecho van a ser capaces de ayudarla de ninguna forma, ¿entiendes?
»Vas a querer arrancarme la cabeza otra vez con lo que te voy a decir, pero nadie te va a ser tan sincero como yo. Pero tendrás que olvídarte de ella, Datsue. Es un peso muerto.
¿No se jactaban él de que eran colegas para convencerlo de perdonarlo?
Pues los colegas no se mentían a la cara. Eran transparentes y decían lo que pensaban. Si Datsue era un tipo sabio, no le iba a crucificar por decir la puta verdad.
En lo absoluto. Ya se lo había dicho a Datsue, era una cuestión de algo tan simple como el deber, que a su vez yacía supedito a un bienestar mayor, que no era sino la prevalencia de la Aldea. Quizás, era lo que habría pensado Uzumaki Zoku al orquestar sus planes. Y es lo que había pensado Yui al dar la orden de que su reducto de clan fuera exterminado por su propia voluntad. ¿Además, quiénes eran ellos dos para recriminar lo que decide un shinobi experimentado, y de lo que esconden todas las decisiones de cualquier líder de una nación? ¿eran ellos capaces de entender la responsabilidad que significaba llevar aquel sombrero, y de las consecuencias de una decisión errada? ¿de que si el ejemplo no es impartido, podrían haber más Aiko sublevándose cada dos por tres?
Datsue se jactaba de aquellos tiempos en los que eran jóvenes y alocados, pero lo cierto es que aún eran unos críos jugando en las ligas mayores. Jugando a ser Dioses y Bestias a partes iguales. Lamentablemente, no tenían oración alguna en aquel entierro. No hasta que alguno de ellos dos tuvieran la capacidad de cambiar las cosas de no estar de acuerdo con ellas.
La mano de Kaido se alzó, y apuntó a Datsue con la palma abierta. Sugiriendo calma con su ademán.
—Te he dado un puto dedo de confianza, Datsue. No pretendas agarrarme le picha entera al insultar a mi Kage en mi cara —dijo. Ni enfadado ni tranquilo, tan sólo era una aclaratoria—. ahora, con respecto a Aiko, vas a tener que dejar de responsabilizar a la gente por lo que le pasó. Y no pretendas que ni tú, ni yo, ni una jodida comitiva de genin dándose golpes de pecho van a ser capaces de ayudarla de ninguna forma, ¿entiendes?
»Vas a querer arrancarme la cabeza otra vez con lo que te voy a decir, pero nadie te va a ser tan sincero como yo. Pero tendrás que olvídarte de ella, Datsue. Es un peso muerto.
¿No se jactaban él de que eran colegas para convencerlo de perdonarlo?
Pues los colegas no se mentían a la cara. Eran transparentes y decían lo que pensaban. Si Datsue era un tipo sabio, no le iba a crucificar por decir la puta verdad.