7/09/2018, 02:23
—Te agradezco la sinceridad. Pero creo que no lo comprendes del todo. ¿De verdad crees que quiero todo esto? ¿De verdad crees que no quiero olvidarla?
Kaido alzó los hombros, indeciso. Datsue no se había enfrascado en aquella seguidilla de venganzas porque le saliera de los cojones, o le pareciera una jugarreta divertida. No. Lo había hecho porque no tenía más opción que la de descargar su frustración con quienes le era accesible identificar a Amegakure como un conjunto.
Él, Ayame, Daruu. Y uno no se vengaba si estaba dispuesto a olvidar algo. Así que no, creía que no quería olvidarse de Aiko, aunque no tuvo tiempo de decirlo en voz alta.
—¿Conociste a tus padres, Kaido? ¿Tienes familia? ¿Has querido alguna vez a alguien? Y no me refiero como amigo… sino como algo más.
—No —respondió tan tajante que incluso parecía mentira. De que a pesar de que el uzujin tenía un acceso fidedigno al reflejo más puro de su alma, no encontró en aquella respuesta ni un ápice de disconformidad. Era la negativa más tajante y despreocupada que podría haber recibido él, Datsue, alguna vez—. y soy un jodido afortunado por ello. Por eso de no tener vínculos que me aten a nada ni a nadie. Eso lo hace todo indudablemente más sencillo, sobre todo en un mundo tan podrido como el nuestro —quizás Datsue habría pensado que con aquel tópico le iba a ablandar el corazón. Conseguir una debilidad en el pétreo músculo bombeante del tiburón que ahora parecía ser más de roca que de tejido. Sin embargo, era todo lo contrario. Ya no era una cuestión de mentir o ser sincero. Ni siquiera se trataba de que la voluntad de Kaido fuera extraordinaria. Sencillamente, esa era su verdad. La de ser un soldado en toda regla—. así que no, no busques en mí un reflejo; pues no sé lo que es amar a nadie. No voy a poder ponerme en tus zapatos. Lo siento.
Se disculpó. Y aquello, también había sido sincero.
Kaido alzó los hombros, indeciso. Datsue no se había enfrascado en aquella seguidilla de venganzas porque le saliera de los cojones, o le pareciera una jugarreta divertida. No. Lo había hecho porque no tenía más opción que la de descargar su frustración con quienes le era accesible identificar a Amegakure como un conjunto.
Él, Ayame, Daruu. Y uno no se vengaba si estaba dispuesto a olvidar algo. Así que no, creía que no quería olvidarse de Aiko, aunque no tuvo tiempo de decirlo en voz alta.
—¿Conociste a tus padres, Kaido? ¿Tienes familia? ¿Has querido alguna vez a alguien? Y no me refiero como amigo… sino como algo más.
—No —respondió tan tajante que incluso parecía mentira. De que a pesar de que el uzujin tenía un acceso fidedigno al reflejo más puro de su alma, no encontró en aquella respuesta ni un ápice de disconformidad. Era la negativa más tajante y despreocupada que podría haber recibido él, Datsue, alguna vez—. y soy un jodido afortunado por ello. Por eso de no tener vínculos que me aten a nada ni a nadie. Eso lo hace todo indudablemente más sencillo, sobre todo en un mundo tan podrido como el nuestro —quizás Datsue habría pensado que con aquel tópico le iba a ablandar el corazón. Conseguir una debilidad en el pétreo músculo bombeante del tiburón que ahora parecía ser más de roca que de tejido. Sin embargo, era todo lo contrario. Ya no era una cuestión de mentir o ser sincero. Ni siquiera se trataba de que la voluntad de Kaido fuera extraordinaria. Sencillamente, esa era su verdad. La de ser un soldado en toda regla—. así que no, no busques en mí un reflejo; pues no sé lo que es amar a nadie. No voy a poder ponerme en tus zapatos. Lo siento.
Se disculpó. Y aquello, también había sido sincero.