7/09/2018, 13:21
Aun en el barco, dónde se supone que estaban seguros, Juro fue incapaz de sentirse a salvo. Era una sensación de intranquilidad constante que recorría su columna vertebral y le daba escalofríos.
Especialmente, lo hacía al pensar en Ayame. Aquella chiquilla amejin (no tan chiquilla, se repitió. Era una kunoichi bastante competente como para llegar hasta el chunin y sobrevivirlo) que tenía miedo a la oscuridad, de la que su vida había dependido en aquella mansión extraña. En el momento en que habían tomado las riendas del lugar, ella se había abalanzado contra el fantasma monstruoso que les retenía, con un poder escalofriante. Juro lo había sentido. Pero... ¿era el poder de una gran kunoichi que se escondía tras la apariencia de una niña? ¿O era el poder del bijuu?
Ahora no lo tenía tan claro.
« Se descontroló. Entonces, su piel... y su cuerpo... » — Su apariencia monstruosa le daría pesadillas. ¿Eso significaba tener un bijuu?
Se había repetido que probablemente, el sello de los amejin era más débil. Por eso el bijuu se había descontrolado y había poseido a Ayame. Los uzujin eran competentes respeto a sellados y lo habían arreglado, ¿verdad? Entonces ya no debería de haber problemas. Morikage-sama le había dicho que su sello estaba bien puesto, y entonces no debía de preocuparse por cosas como esas.
¿Verdad?
« ¿Pero no fue esa criatura la que te habló cuando despertaste del sellado? ¿De verdad crees que tu imaginación hizo algo así? » — Recordaba la luna. La recordaba claramente, redonda. Y esa figura monstruosa sobre ella. No. Su mente no podía imaginar algo así. Era imposible. Pero entonces... ¿Quién mentía? ¿Qué había pasado realmente?
— Si pudiera hablar con Ayame... — murmuró. Pero entonces, ella sabría que él era el jinchuriki de Kusagakure. Los uzujin habían tratado de secuestrarla, o al menos, eso había pensado Yubiwa cuando los había mandado al hospital. Un jinchuriki es un arma, eso había pensando. Si sabían quién era, corría peligro. —. ¡No puedo más!
Juro salió de su camarote y fue a cubierta. Era incapaz de dormir, y los pensamientos le estaban matando. Sentía la necesidad de olvidarse y de relajarse, pero no podía. Cada vez que cerraba los ojos, la tensión del momento le llegaba: estaba otra vez corriendo por las calles de Uzushiogakure, perseguido por los uzujin, en dirección al hospital. En sus pensamientos, giraban una y otra vez las mismas ideas: habían tenido suerte. Daigo podría haber muerto por aquel monstruo. Yota y Etsu podrían haber sido atrapados, torturados o incluso asesinados por los uzujin. Y él también.
Había sido todo tan desesperado. ¿Y que pasaría ahora? Ya no solo con su relación con Nabi, Eri, y el resto de uzujin. ¿Qué pasaría con las aldeas?
Mientras vagaba por la cubierta, se encontró con una figura conocida. Juro se acercó a la barandilla, poniendose al lado de Yota y Kumopansa, y observó el mar.
— Un día de locos, ¿eh? — murmuró, con la mirada perdida —. ¿En qué piensas?
Especialmente, lo hacía al pensar en Ayame. Aquella chiquilla amejin (no tan chiquilla, se repitió. Era una kunoichi bastante competente como para llegar hasta el chunin y sobrevivirlo) que tenía miedo a la oscuridad, de la que su vida había dependido en aquella mansión extraña. En el momento en que habían tomado las riendas del lugar, ella se había abalanzado contra el fantasma monstruoso que les retenía, con un poder escalofriante. Juro lo había sentido. Pero... ¿era el poder de una gran kunoichi que se escondía tras la apariencia de una niña? ¿O era el poder del bijuu?
Ahora no lo tenía tan claro.
« Se descontroló. Entonces, su piel... y su cuerpo... » — Su apariencia monstruosa le daría pesadillas. ¿Eso significaba tener un bijuu?
Se había repetido que probablemente, el sello de los amejin era más débil. Por eso el bijuu se había descontrolado y había poseido a Ayame. Los uzujin eran competentes respeto a sellados y lo habían arreglado, ¿verdad? Entonces ya no debería de haber problemas. Morikage-sama le había dicho que su sello estaba bien puesto, y entonces no debía de preocuparse por cosas como esas.
¿Verdad?
« ¿Pero no fue esa criatura la que te habló cuando despertaste del sellado? ¿De verdad crees que tu imaginación hizo algo así? » — Recordaba la luna. La recordaba claramente, redonda. Y esa figura monstruosa sobre ella. No. Su mente no podía imaginar algo así. Era imposible. Pero entonces... ¿Quién mentía? ¿Qué había pasado realmente?
— Si pudiera hablar con Ayame... — murmuró. Pero entonces, ella sabría que él era el jinchuriki de Kusagakure. Los uzujin habían tratado de secuestrarla, o al menos, eso había pensado Yubiwa cuando los había mandado al hospital. Un jinchuriki es un arma, eso había pensando. Si sabían quién era, corría peligro. —. ¡No puedo más!
Juro salió de su camarote y fue a cubierta. Era incapaz de dormir, y los pensamientos le estaban matando. Sentía la necesidad de olvidarse y de relajarse, pero no podía. Cada vez que cerraba los ojos, la tensión del momento le llegaba: estaba otra vez corriendo por las calles de Uzushiogakure, perseguido por los uzujin, en dirección al hospital. En sus pensamientos, giraban una y otra vez las mismas ideas: habían tenido suerte. Daigo podría haber muerto por aquel monstruo. Yota y Etsu podrían haber sido atrapados, torturados o incluso asesinados por los uzujin. Y él también.
Había sido todo tan desesperado. ¿Y que pasaría ahora? Ya no solo con su relación con Nabi, Eri, y el resto de uzujin. ¿Qué pasaría con las aldeas?
Mientras vagaba por la cubierta, se encontró con una figura conocida. Juro se acercó a la barandilla, poniendose al lado de Yota y Kumopansa, y observó el mar.
— Un día de locos, ¿eh? — murmuró, con la mirada perdida —. ¿En qué piensas?
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60