7/09/2018, 16:23
«¡Pero será malnacido...!»
Akame tuvo que contenerse para no propinarle un golpe allí mismo a Chokichi cuando el regordete chuunin empezó a pedir como un niño en Fin de Año haciendo la lista para los Tres Reyes Kages. No dijo nada, sin embargo, sino que se limitó a cruzarse de brazos y bajar la mirada.
Entonces Yota preguntó que a qué se refería eso de "los tuyos", y la dependienta, Anko, se carcajeó.
—Akame-san es cliente mío desde hace tiempo, y siempre pide lo mismo —explicó, mientras el jōnin se iba poniendo rojo de vergüenza—. ¡Mitarashi dango con mucha azúcar y uno de mis 'E-mocchi-conos' dibujado en cada bolita! —anunció, jovial—. Es un chico muy dulce, ¿a que sí?
Akame saltó casi como un resorte, agitando ambos brazos en el aire de forma bastante cómica, como si quisiera espantar a una bandada de pájaros.
—¡Anko-san! ¡No hace falta que des tantos detalles! —protestó, visiblemente avergonzado. «Y menos delante de esta sabandija», agregó para sí, mirando de reojo a Chokichi.
La cocinera le quitó importancia con un gesto de su mano zurda.
—Bah, bah, ¡minucias! —entonces se dirigió a Yota—. ¿Y para ti, qué va a ser, kusajin-san?
Akame tuvo que contenerse para no propinarle un golpe allí mismo a Chokichi cuando el regordete chuunin empezó a pedir como un niño en Fin de Año haciendo la lista para los Tres Reyes Kages. No dijo nada, sin embargo, sino que se limitó a cruzarse de brazos y bajar la mirada.
Entonces Yota preguntó que a qué se refería eso de "los tuyos", y la dependienta, Anko, se carcajeó.
—Akame-san es cliente mío desde hace tiempo, y siempre pide lo mismo —explicó, mientras el jōnin se iba poniendo rojo de vergüenza—. ¡Mitarashi dango con mucha azúcar y uno de mis 'E-mocchi-conos' dibujado en cada bolita! —anunció, jovial—. Es un chico muy dulce, ¿a que sí?
Akame saltó casi como un resorte, agitando ambos brazos en el aire de forma bastante cómica, como si quisiera espantar a una bandada de pájaros.
—¡Anko-san! ¡No hace falta que des tantos detalles! —protestó, visiblemente avergonzado. «Y menos delante de esta sabandija», agregó para sí, mirando de reojo a Chokichi.
La cocinera le quitó importancia con un gesto de su mano zurda.
—Bah, bah, ¡minucias! —entonces se dirigió a Yota—. ¿Y para ti, qué va a ser, kusajin-san?