10/09/2018, 09:46
«Una revista para jóvenes, ya...»
Si de alguien no se fiaba Uchiha Akame en todo Oonindo, ese era el Hōzuki, regordete y astuto como una rata, que tenía delante en ese preciso momento. Chokichi había demostrado numerosas veces que era un tipo taimado, aparentemente inofensivo pero venenoso como una maldita plaga de serpientes. Si hubiese sido por Akame, jamás habría salido siquiera de la Academia; pero ahora no sólo seguía en servicio activo sino que era chuunin.
El jōnin arqueó una ceja, escéptico. Lo hizo todavía más ante la respuesta de Yota, que parecía haberse tomado aquella pregunta peor de lo que cualquiera hubiese esperado. Además, el kusajin imitó a Chokichi, intentando sentarse en una de aquellas mesas que, evidentemente, ni existían ni podían caber en un local tan pequeño. El de la Hierba se limitó a permanecer en el aire, como posando su trasero en una silla invisible.
«Joder, este tipo viene hasta arriba de hierba kusareña... Ya me decía Datsue que era bastante fuerte, pero nunca imaginé hasta qué punto», se dijo el Uchiha.
Justo en ese momento la cocinera Anko llamó a los muchachos; la comanda estaba lista. Akame apuró su cigarro y luego lo espachurró contra el tacón de su bota, tirándolo posteriormente a la calle. Tomó su bandejita de cartón con dangos y la lata de té frío que había pedido.
—Gracias, Anko-san —dijo el Uchiha, haciendo una cortés reverencia.
—¡Que aproveche! —contestó la cocinera, radiante y sonriente.
El jōnin tomó su comida y abandonó el local. Esperó en la puerta a Yota y Chokichi mientras devoraba el primer dango. Buscó con la mirada al Hōzuki.
—Eh, Chokichi-san. ¿Cómo es que ascendiste a chuunin?
Si de alguien no se fiaba Uchiha Akame en todo Oonindo, ese era el Hōzuki, regordete y astuto como una rata, que tenía delante en ese preciso momento. Chokichi había demostrado numerosas veces que era un tipo taimado, aparentemente inofensivo pero venenoso como una maldita plaga de serpientes. Si hubiese sido por Akame, jamás habría salido siquiera de la Academia; pero ahora no sólo seguía en servicio activo sino que era chuunin.
El jōnin arqueó una ceja, escéptico. Lo hizo todavía más ante la respuesta de Yota, que parecía haberse tomado aquella pregunta peor de lo que cualquiera hubiese esperado. Además, el kusajin imitó a Chokichi, intentando sentarse en una de aquellas mesas que, evidentemente, ni existían ni podían caber en un local tan pequeño. El de la Hierba se limitó a permanecer en el aire, como posando su trasero en una silla invisible.
«Joder, este tipo viene hasta arriba de hierba kusareña... Ya me decía Datsue que era bastante fuerte, pero nunca imaginé hasta qué punto», se dijo el Uchiha.
Justo en ese momento la cocinera Anko llamó a los muchachos; la comanda estaba lista. Akame apuró su cigarro y luego lo espachurró contra el tacón de su bota, tirándolo posteriormente a la calle. Tomó su bandejita de cartón con dangos y la lata de té frío que había pedido.
—Gracias, Anko-san —dijo el Uchiha, haciendo una cortés reverencia.
—¡Que aproveche! —contestó la cocinera, radiante y sonriente.
El jōnin tomó su comida y abandonó el local. Esperó en la puerta a Yota y Chokichi mientras devoraba el primer dango. Buscó con la mirada al Hōzuki.
—Eh, Chokichi-san. ¿Cómo es que ascendiste a chuunin?