11/09/2018, 09:43
La estrategia combinada de Juro y Reika resultó mejor de lo que podía esperarse. Mientras la Yamanaka tomaba posesión temporal del cuerpo del pequeño muchachito, el marionetista utilizaba sus singulares habilidades para ofrecerle un punto de anclaje y apoyo. Así, la kunoichi controló al infante para, agarrada al pergamino conectado mediante hilos de chakra de Juro, sortear los escombros en llamas y llegar hasta la entrada. El techo crujió una vez más, y fue apenas momentos después de que los genin y el niño salieran de la vivienda que otra sección se derrumbó, pasto de las llamas.
Afuera, el padre no pudo contener las lágrimas al ver salir a su pequeño, tomándolo en brazos mientras el niño no paraba de llorar y toser.
—¡Gracias, gracias por todos los dioses, gracias! —se deshizo en gratitud para con los ninjas mientras seguía llorando—. Mi niño, ¡mi pequeño!
—¡Juro-san, Reika-san!
La voz de Uchiha Akame sorprendería a ambos genin por la espalda. El uzujin estaba un tanto sudado —producto sin duda del estrés y las carreras que acababa de hacer para ir a buscar ayuda—, pero parecía algo aliviado.
—Conseguí encontrar un médico, ahora está atendiendo a la mujer de la pierna atrapada y otros heridos —se volvió hacia el padre, que todavía tenía a su muchacho en brazos—. Deberías ir a que vea a tu hijo, debe haber respirado mucho humo ahí dentro...
Sea como fuere, la situación parecía estar normalizándose. El pánico había cesado, sustituido ahora por las lamentaciones de quienes habían perdido su negocio, su casa... O a algún ser querido. La pareja que había estado buscando a su hijo —"Fenris"— había salido de escena, mientras que el muro que trataron en vano de contener varias mujeres se había derrumbado finalmente. El carromato repleto de cajas de té rojo yacía ahora completamente destrozado bajo las piedras y escombros.
Un hombre de edad avanzada, vestido con un bañador pesquero y una camisa blanca de rayas azules, abierta a la altura de su pecho cubierto de vello canoso, examinaba acuclillado la pierna de aquella mujer a la que los ninjas habían rescatado de bajo los escombros del puestito.
—¿Qué cojones ha podido causar todo esto? —se preguntó el jōnin—. Tengo que averiguarlo... Reika-san, Juro-san. Estáis invitados a uniros a esta investigación, si es que no os importa interrumpir vuestras vacaciones. Yo debo hacerlo.
Afuera, el padre no pudo contener las lágrimas al ver salir a su pequeño, tomándolo en brazos mientras el niño no paraba de llorar y toser.
—¡Gracias, gracias por todos los dioses, gracias! —se deshizo en gratitud para con los ninjas mientras seguía llorando—. Mi niño, ¡mi pequeño!
—¡Juro-san, Reika-san!
La voz de Uchiha Akame sorprendería a ambos genin por la espalda. El uzujin estaba un tanto sudado —producto sin duda del estrés y las carreras que acababa de hacer para ir a buscar ayuda—, pero parecía algo aliviado.
—Conseguí encontrar un médico, ahora está atendiendo a la mujer de la pierna atrapada y otros heridos —se volvió hacia el padre, que todavía tenía a su muchacho en brazos—. Deberías ir a que vea a tu hijo, debe haber respirado mucho humo ahí dentro...
Sea como fuere, la situación parecía estar normalizándose. El pánico había cesado, sustituido ahora por las lamentaciones de quienes habían perdido su negocio, su casa... O a algún ser querido. La pareja que había estado buscando a su hijo —"Fenris"— había salido de escena, mientras que el muro que trataron en vano de contener varias mujeres se había derrumbado finalmente. El carromato repleto de cajas de té rojo yacía ahora completamente destrozado bajo las piedras y escombros.
Un hombre de edad avanzada, vestido con un bañador pesquero y una camisa blanca de rayas azules, abierta a la altura de su pecho cubierto de vello canoso, examinaba acuclillado la pierna de aquella mujer a la que los ninjas habían rescatado de bajo los escombros del puestito.
—¿Qué cojones ha podido causar todo esto? —se preguntó el jōnin—. Tengo que averiguarlo... Reika-san, Juro-san. Estáis invitados a uniros a esta investigación, si es que no os importa interrumpir vuestras vacaciones. Yo debo hacerlo.