12/09/2018, 16:15
Pese a que no lo dejó ver, Akame esbozó una sonrisa de satisfacción cuando sus compañeros se le unieron en la tarea que tenía por delante; averiguar qué había ocurrido en Akachamura, quién o qué era el responsable de tanta destrucción en un pueblecito tranquilo y turístico como aquel.
«Juro y Reika, era de esperar que no quisieran quedarse fuera», se dijo el Uchiha al recordar las aventuras que ya había vivido junto a aquellos dos jóvenes.
Así pues, el jōnin se cruzó de brazos y con gesto satisfecho anunció.
—Muy bien. Lo primero es averiguar qué demonios ha pasado aquí —exclamó—. Mientras buscaba a un médico creo que pasé junto a un pequeño puesto de la guardia, quizás si preguntamos allí...
El Uchiha no llegó a terminar sus palabras. O, más bien, fue interrumpido. Una voz potente y atronadora se alzó sobre los quejidos de los heridos, las lamentaciones de quienes habían perdido parte de su vivienda o negocio, y el bullicio general.
—¡¡Gente de Akachamura!!
Incluso aquellos que todavía andaban rebuscando entre los escombros, o heridos, o atendiendo a sus seres queridos, se vieron forzados a voltearse y prestar atención, buscando el origen de aquel vozarrón.
Lo encontrarían sobre el carromato de té rojo aplastado por el muro que se había derrumbado. Y era...
—¡Mi nombre es Ninjin Brazo Fuerte, y soy la solución a vuestros problemas!
... una mujer de unos treina años, complexión atlética, músculos marcados y melena anaranjada con el lado izquierdo rapado. Vestía con una armadura de cuero de mercenario y llevaba un enorme tetsubō de hierro negro en la espalda, en una funda sujeta por varios correajes.
—¡Conozco de sobra a la bestia que os está causando problemas!
Su único ojo sano —sobre el otro llevaba un parche negro—, de color azul pálido, escudriñó los rostros de quienes la miraban. Su evidente carisma parecía haber hecho mella en la gente, así como una entrada en escena imponente, y ahora todos le prestaban atención.
—¡Sé que vosotros y yo no siempre hemos tenido la mejor relación, pero mirad a vuestro alrededor! ¿Vais a dejar que algo así se vuelva a repetir? —apostilló, inquisitiva. No obtuvo respuesta—. ¡Ya sabéis mi precio! Si hay alguien en Akachamura dispuesto a pagarlo, estaré esperando en el Chiringo de la Cumbia.
Ni corta ni perezosa, la nombrada Ninjin bajó con un ágil salto y abandonó la plaza ante las miradas de los oriundos, dirigiéndose hacia la playa.
Akame, por su parte, había observado todo con detenimiento. «No parece ninja, pero sin duda es fuerte. El arma que lleva a la espalda exige gran entrenamiento y forma física tan sólo para poder blandirla...» Luego se giró hacia sus compañeros.
—Esa mujer no me da buena espina, pero ha hablado de una "bestia". Probablemente sepa lo que está ocurriendo aquí, pero intuyo que nos va a pedir algo a cambio. ¿Deberíamos intentar convencerla de que nos ayude? —cuestionó—. Si no, tal vez podamos enterarnos de lo que pasa preguntando a los lugareños.
«Juro y Reika, era de esperar que no quisieran quedarse fuera», se dijo el Uchiha al recordar las aventuras que ya había vivido junto a aquellos dos jóvenes.
Así pues, el jōnin se cruzó de brazos y con gesto satisfecho anunció.
—Muy bien. Lo primero es averiguar qué demonios ha pasado aquí —exclamó—. Mientras buscaba a un médico creo que pasé junto a un pequeño puesto de la guardia, quizás si preguntamos allí...
El Uchiha no llegó a terminar sus palabras. O, más bien, fue interrumpido. Una voz potente y atronadora se alzó sobre los quejidos de los heridos, las lamentaciones de quienes habían perdido parte de su vivienda o negocio, y el bullicio general.
—¡¡Gente de Akachamura!!
Incluso aquellos que todavía andaban rebuscando entre los escombros, o heridos, o atendiendo a sus seres queridos, se vieron forzados a voltearse y prestar atención, buscando el origen de aquel vozarrón.
Lo encontrarían sobre el carromato de té rojo aplastado por el muro que se había derrumbado. Y era...
—¡Mi nombre es Ninjin Brazo Fuerte, y soy la solución a vuestros problemas!
... una mujer de unos treina años, complexión atlética, músculos marcados y melena anaranjada con el lado izquierdo rapado. Vestía con una armadura de cuero de mercenario y llevaba un enorme tetsubō de hierro negro en la espalda, en una funda sujeta por varios correajes.
—¡Conozco de sobra a la bestia que os está causando problemas!
Su único ojo sano —sobre el otro llevaba un parche negro—, de color azul pálido, escudriñó los rostros de quienes la miraban. Su evidente carisma parecía haber hecho mella en la gente, así como una entrada en escena imponente, y ahora todos le prestaban atención.
—¡Sé que vosotros y yo no siempre hemos tenido la mejor relación, pero mirad a vuestro alrededor! ¿Vais a dejar que algo así se vuelva a repetir? —apostilló, inquisitiva. No obtuvo respuesta—. ¡Ya sabéis mi precio! Si hay alguien en Akachamura dispuesto a pagarlo, estaré esperando en el Chiringo de la Cumbia.
Ni corta ni perezosa, la nombrada Ninjin bajó con un ágil salto y abandonó la plaza ante las miradas de los oriundos, dirigiéndose hacia la playa.
Akame, por su parte, había observado todo con detenimiento. «No parece ninja, pero sin duda es fuerte. El arma que lleva a la espalda exige gran entrenamiento y forma física tan sólo para poder blandirla...» Luego se giró hacia sus compañeros.
—Esa mujer no me da buena espina, pero ha hablado de una "bestia". Probablemente sepa lo que está ocurriendo aquí, pero intuyo que nos va a pedir algo a cambio. ¿Deberíamos intentar convencerla de que nos ayude? —cuestionó—. Si no, tal vez podamos enterarnos de lo que pasa preguntando a los lugareños.