12/09/2018, 21:33
(Última modificación: 12/09/2018, 23:58 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
La mañana recién abría. El sol se había impuesto, alumbrando desde el horizonte. Los gallos —esos grandes hijos de perra— comenzaban a cacarear como si no hubiese un mañana, y entre tanto, los Inuzuka ya andaban haciendo flexiones. Si, así es, llevaban ya un par de horas despiertos, y metidos de lleno en la nueva rutina de entrenamiento intensivo.
—...mil uno, mil dos, mil tres, mil cuatro, mil cinco...
La serie de flexiones seguía como si no hubiese final. De hecho, estaba pensado para que descansaran al encontrar el fallo muscular. El final era el mismo que el de las fuerzas de ambos Inuzuka. Continuaron por unas cuantas mas, pero en cierto momento las puertas del dojo se abrieron. Tras el umbral de la misma, el abuelo.
—Ya ha amanecido, ¡deberías estar ya en el edificio del Morikage! —sentenció.
Etsu y Akane saltaron como un resorte, y rápidamente corrieron hacia la salida. No tenían tiempo que perder, ya habían perdido tiempo de sobra. Corrieron como alma que lleva el diablo, pulmón en mano, hasta que llegaron al edificio del anciano. Pararon la carrera de manera tosca y brusca, y no tuvieron mas opción que tomar un poco de aire. Realmente ambos estaban agotados.
—Uff.... vaya... —se quejó entre exaltadas respiraciones —éste ritmo de... entrenamiento... me va a matar...
Sonrió, como si no lo hubiese dicho en serio. Tomó una potente bocanada de aire, y calmó un poco la respiración. Al menos lo intentó. Tras ello, caminó hacia la estancia principal, la recepción. Pequeños farolillos adornaban la estancia que casi se componía íntegramente de bambú y madera, dando una intensa claridad al lugar.
Sin demora, Etsu y Akane se dirigieron hacia la pieza de madera que conformaba el mostrador. Paso calmado, cabeza alzada, y con algo de nervios...
—Buenos días... veníamos a solicitar una misión para 2 genins —anunció por fin, tras aclarar lo que tenía que decir.
—...mil uno, mil dos, mil tres, mil cuatro, mil cinco...
La serie de flexiones seguía como si no hubiese final. De hecho, estaba pensado para que descansaran al encontrar el fallo muscular. El final era el mismo que el de las fuerzas de ambos Inuzuka. Continuaron por unas cuantas mas, pero en cierto momento las puertas del dojo se abrieron. Tras el umbral de la misma, el abuelo.
—Ya ha amanecido, ¡deberías estar ya en el edificio del Morikage! —sentenció.
Etsu y Akane saltaron como un resorte, y rápidamente corrieron hacia la salida. No tenían tiempo que perder, ya habían perdido tiempo de sobra. Corrieron como alma que lleva el diablo, pulmón en mano, hasta que llegaron al edificio del anciano. Pararon la carrera de manera tosca y brusca, y no tuvieron mas opción que tomar un poco de aire. Realmente ambos estaban agotados.
—Uff.... vaya... —se quejó entre exaltadas respiraciones —éste ritmo de... entrenamiento... me va a matar...
Sonrió, como si no lo hubiese dicho en serio. Tomó una potente bocanada de aire, y calmó un poco la respiración. Al menos lo intentó. Tras ello, caminó hacia la estancia principal, la recepción. Pequeños farolillos adornaban la estancia que casi se componía íntegramente de bambú y madera, dando una intensa claridad al lugar.
Sin demora, Etsu y Akane se dirigieron hacia la pieza de madera que conformaba el mostrador. Paso calmado, cabeza alzada, y con algo de nervios...
—Buenos días... veníamos a solicitar una misión para 2 genins —anunció por fin, tras aclarar lo que tenía que decir.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~