14/09/2018, 16:08
Ante la pregunta de la inocente Ayame, los dos gemelos se miraron y, tras un par de segundos, el que le había hablado rompió a reír.
—No, no somos gemelos, ojalá fuese yo un huskie... —dijo, sacando la lengua a su supuesto hermano—. Soy Inuzuka Etsu, y él es Inuzuka Akane.
—¿Un... husky...? —repitió ella, completamente confundida. Y entonces reparó en algo.
«¡Ese apellido!»
—Creo que ya es hora de volver a la normalidad, hermano.
Ayame no pudo evitarlo, soltó una exclamación de sorpresa cuando el segundo chico se vio envuelto súbitamente en una cortina de humo. Y tras varios segundos de incertidumbre, sus sospechas se vieron confirmadas: detrás del humo se alzaba ahora un enorme perro husky de gesto increíblemente taciturno para tratarse de un perro y ojos celestes.
—C... ¿Có...? ¿Cómo...? —balbuceó Ayame, anonadada. Aunque enseguida sacudió la cabeza y se quedó muy quieta contemplando al majestuoso animal. En cualquier otro momento, bajo cualquier otra circunstancia, se habría abalanzado sobre su cuello para abrazarlo pero el encuentro con el otro Inuzuka era demasiado reciente. Aún tenía aquel apestoso olor pegado a la nariz. Y entonces no pudo evitar preguntarse si el perro de aquel Inuzuka también sería capaz de realizar una proeza así.
—Tiene que ser duro el cambio de climas, ¿no? —dijo Etsu—. Tengo entendido que por el país de la tormenta nunca cesa la lluvia... imagino que en Amegakure será igual... el cambio es mucho mas drástico que para los de Kusagakure.
Ayame sacudió la cabeza, volviendo a la realidad, y se volvió hacia el de Inuzuka. Pese a su recelo inicial, había algo en lo que esperaba no errar. De todas las personas que se había encontrado en Uzushiogakure hasta el momento (y quitando alguna excepción como Eri), Etsu había sido el más agradable con ella. Una sonrisa se dibujó en sus labios, la sonrisa más sincera que había esbozado hasta entonces.
—¡La verdad es que sí! Imagínate, para nosotros un día que no llueva es señal de mal augurio —le contó, entre risas—. La verdad es que comienzo a extrañarlo... En Kusagakure no hay la misma lluvia eterna, pero supongo que también echarás de menos estar rodeado de árboles.
—No, no somos gemelos, ojalá fuese yo un huskie... —dijo, sacando la lengua a su supuesto hermano—. Soy Inuzuka Etsu, y él es Inuzuka Akane.
—¿Un... husky...? —repitió ella, completamente confundida. Y entonces reparó en algo.
«¡Ese apellido!»
—Creo que ya es hora de volver a la normalidad, hermano.
Ayame no pudo evitarlo, soltó una exclamación de sorpresa cuando el segundo chico se vio envuelto súbitamente en una cortina de humo. Y tras varios segundos de incertidumbre, sus sospechas se vieron confirmadas: detrás del humo se alzaba ahora un enorme perro husky de gesto increíblemente taciturno para tratarse de un perro y ojos celestes.
—C... ¿Có...? ¿Cómo...? —balbuceó Ayame, anonadada. Aunque enseguida sacudió la cabeza y se quedó muy quieta contemplando al majestuoso animal. En cualquier otro momento, bajo cualquier otra circunstancia, se habría abalanzado sobre su cuello para abrazarlo pero el encuentro con el otro Inuzuka era demasiado reciente. Aún tenía aquel apestoso olor pegado a la nariz. Y entonces no pudo evitar preguntarse si el perro de aquel Inuzuka también sería capaz de realizar una proeza así.
—Tiene que ser duro el cambio de climas, ¿no? —dijo Etsu—. Tengo entendido que por el país de la tormenta nunca cesa la lluvia... imagino que en Amegakure será igual... el cambio es mucho mas drástico que para los de Kusagakure.
Ayame sacudió la cabeza, volviendo a la realidad, y se volvió hacia el de Inuzuka. Pese a su recelo inicial, había algo en lo que esperaba no errar. De todas las personas que se había encontrado en Uzushiogakure hasta el momento (y quitando alguna excepción como Eri), Etsu había sido el más agradable con ella. Una sonrisa se dibujó en sus labios, la sonrisa más sincera que había esbozado hasta entonces.
—¡La verdad es que sí! Imagínate, para nosotros un día que no llueva es señal de mal augurio —le contó, entre risas—. La verdad es que comienzo a extrañarlo... En Kusagakure no hay la misma lluvia eterna, pero supongo que también echarás de menos estar rodeado de árboles.