14/09/2018, 21:53
Azuma Jiro, más conocido como el Recadero, llamó a la casa de Umikiba Kaido de tres golpes secos con los nudillos. Empezaba a hartarse, a hartarse de verdad, de que la gente lo usase como a un mero cartero. ¿Acaso no había todo un gremio que se dedicaba a eso? ¡No se había alistado para simplemente repartir mensajes! ¡Y gratis, para más inri! Aquello hasta se le podía considerar competencia desleal.
Pero claro, cuando uno venía de reportar una misión, y caía en la desgracia de toparse con Kaguya Hageshi, uno no podía simplemente negarse a su petición. Y menos en aquellos tiempos. Eran tiempos locos los que se vivían. Tiempos en los que una Villa trataba de secuestrar al jinchuriki de la otra. Tiempos en los que aparecían venerables estatuas de Kages decapitadas. Tiempos en los que una mala palabra te llevaban al fondo del mar…
Mejor no ser un pisacharcos, como alguno que conocía muy bien.
—¡Umikiba Kaido! —exclamó, harto de esperar. Se había pegado un largo viaje de vuelta de su misión y su cuerpo le pedía a horrores descansar—. ¡Le esperan en el edificio de la Arashikage!
Pero claro, cuando uno venía de reportar una misión, y caía en la desgracia de toparse con Kaguya Hageshi, uno no podía simplemente negarse a su petición. Y menos en aquellos tiempos. Eran tiempos locos los que se vivían. Tiempos en los que una Villa trataba de secuestrar al jinchuriki de la otra. Tiempos en los que aparecían venerables estatuas de Kages decapitadas. Tiempos en los que una mala palabra te llevaban al fondo del mar…
Mejor no ser un pisacharcos, como alguno que conocía muy bien.
—¡Umikiba Kaido! —exclamó, harto de esperar. Se había pegado un largo viaje de vuelta de su misión y su cuerpo le pedía a horrores descansar—. ¡Le esperan en el edificio de la Arashikage!