16/09/2018, 15:54
El jōnin se cruzó de brazos ante la respuesta de sus colegas. «Claramente ninguno quiere enfrentarse a ella de cara, y quizás tenga que darles la razón». Pese a que aquella mujer no era ninja ni podía usar chakra, sí que parecía disponer de unas buenas cualidades físicas, además de un tetsubō capaz de cascar cráneos a gusto. Así, Akame terminó por asentir, admitiendo que lo más juicioso sería preguntar primero a los oriundos de Akachamura. Las palabras de Juro le hicieron arquear una ceja, pero no dijo nada. «Maldito Juro, ¿no se te escapa una?»
Como resultado, el trío de ninjas se daría una vuelta por la plaza, donde la gente proseguía con las tareas de rescate y salvamento, tanto de personas como de bienes materiales que no hubieran sido afectados por el fuego y los destrozos. Al final, el jōnin del Remolino acabó por acercarse al médico que él mismo había traído hasta aquel lugar, y que en ese momento se encontraba terminando de entablillar la pierna de esa mujer a la que los shinobi habían sacado de debajo de un puestito derruido.
—Médico-san, ¿tiene un momento? —inquirió el Uchiha.
El hombre, que estaba acuclillado junto a la herida, terminó de apretar las vendas que sujetaban dos firmes tablas a los lados de la pierna de la mujer, y luego se puso en pie. Era un tipo mayor, que debía rondar la cincuentena, de pelo corto y canoso y ojos azules. Su piel pálida parecía indicar que no era natural de las islas, y llevaba unas sandalias de madera, bañador de color azul cielo y camisa blanca abrochada hasta casi el cuello.
—Sí, cómo no, shinobi-san —respondió—. Me llamo Utoki Heiwamaru, por cierto. Doctor Utoki Heiwamaru. Gracias por avisarme de lo ocurrido aquí, probablemente de haber llegado más tarde no habría podido atender debidamente a esta señora, y ella habría perdido su pierna. Ambos le debemos mucho.
El Uchiha le restó importancia.
—Gracias a usted por interrumpir sus vacaciones. Supongo que ya somos dos —replicó.
—Dos hombres con un ferviente compromiso por nuestro deber con estas gentes —añadió el médico, con una media sonrisa—. ¿Puedo ayudarles en algo? —agregó, viendo a Juro y Reika.
Akame se cruzó de brazos y bajó un momento la mirada, pensativo.
—Lo cierto es que sí. Usted no parece ser de por aquí, ¿pero tal vez sabe qué ha ocurrido? ¿Por qué esa mujer habló de una... bestia?
Heiwamaru negó con la cabeza, soltando un suspiro de resignación.
—Tiene razón, no soy oriundo de Akachamura, pero sí que he pasado largos años de mi vida aquí. Conozco el problema de esta gente y a la criatura que ha causado este destrozo —admitió, con un deje de tristeza en su voz—. No es una bestia, sino un animal excesivamente grande y territorial para esta isla. Pero antes de contarles más, debo preguntarles... ¿Qué intenciones tienen para con ella?
Como resultado, el trío de ninjas se daría una vuelta por la plaza, donde la gente proseguía con las tareas de rescate y salvamento, tanto de personas como de bienes materiales que no hubieran sido afectados por el fuego y los destrozos. Al final, el jōnin del Remolino acabó por acercarse al médico que él mismo había traído hasta aquel lugar, y que en ese momento se encontraba terminando de entablillar la pierna de esa mujer a la que los shinobi habían sacado de debajo de un puestito derruido.
—Médico-san, ¿tiene un momento? —inquirió el Uchiha.
El hombre, que estaba acuclillado junto a la herida, terminó de apretar las vendas que sujetaban dos firmes tablas a los lados de la pierna de la mujer, y luego se puso en pie. Era un tipo mayor, que debía rondar la cincuentena, de pelo corto y canoso y ojos azules. Su piel pálida parecía indicar que no era natural de las islas, y llevaba unas sandalias de madera, bañador de color azul cielo y camisa blanca abrochada hasta casi el cuello.
—Sí, cómo no, shinobi-san —respondió—. Me llamo Utoki Heiwamaru, por cierto. Doctor Utoki Heiwamaru. Gracias por avisarme de lo ocurrido aquí, probablemente de haber llegado más tarde no habría podido atender debidamente a esta señora, y ella habría perdido su pierna. Ambos le debemos mucho.
El Uchiha le restó importancia.
—Gracias a usted por interrumpir sus vacaciones. Supongo que ya somos dos —replicó.
—Dos hombres con un ferviente compromiso por nuestro deber con estas gentes —añadió el médico, con una media sonrisa—. ¿Puedo ayudarles en algo? —agregó, viendo a Juro y Reika.
Akame se cruzó de brazos y bajó un momento la mirada, pensativo.
—Lo cierto es que sí. Usted no parece ser de por aquí, ¿pero tal vez sabe qué ha ocurrido? ¿Por qué esa mujer habló de una... bestia?
Heiwamaru negó con la cabeza, soltando un suspiro de resignación.
—Tiene razón, no soy oriundo de Akachamura, pero sí que he pasado largos años de mi vida aquí. Conozco el problema de esta gente y a la criatura que ha causado este destrozo —admitió, con un deje de tristeza en su voz—. No es una bestia, sino un animal excesivamente grande y territorial para esta isla. Pero antes de contarles más, debo preguntarles... ¿Qué intenciones tienen para con ella?