17/09/2018, 02:02
Cuando Umikiba Kaido llamó a la puerta, golpeando con los nudillos el símbolo de Amegakure dibujado en el centro, una voz muy conocida le mandó pasar. ¿Quién sino la propia Arashikage? Se encontraba sentada en el sillón de cuero negro, tras una larga mesa de ébano repleta de montañas y montañas de pergaminos.
A su derecha, una mujer que Kaido ya había visto en al menos una ocasión. Kaguya Hageshi: la jounin que le había recibido tras su misión en Taikarune.
—Cuánto tiempo, Kaido. —Su boca formó la sonrisa de un depredador. Con aquellos dientes, parecidos a los del propio Kaido, difícil era esbozar otro tipo de sonrisa—. Adelante. Toma asiento —le indicó, señalando con un movimiento de mano las dos sillas libres—. Kaguya Hageshi me estaba recordando tu aventura con uno de los Cabezas de Dragón, y tus locas ansias por… infiltrarte en la banda.
A su derecha, una mujer que Kaido ya había visto en al menos una ocasión. Kaguya Hageshi: la jounin que le había recibido tras su misión en Taikarune.
—Cuánto tiempo, Kaido. —Su boca formó la sonrisa de un depredador. Con aquellos dientes, parecidos a los del propio Kaido, difícil era esbozar otro tipo de sonrisa—. Adelante. Toma asiento —le indicó, señalando con un movimiento de mano las dos sillas libres—. Kaguya Hageshi me estaba recordando tu aventura con uno de los Cabezas de Dragón, y tus locas ansias por… infiltrarte en la banda.