17/09/2018, 02:31
(Última modificación: 17/09/2018, 03:12 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Finalmente, una voz mandataria le instó a pasar, y el Tiburón lo hizo de ipso facto.
Una vez más, el despacho de la Arashikage le recibía con las fauces abiertas por segunda vez en menos de un año. No se aparecía por allí —ni veía a Amekoro Yui, tampoco—. desde aquella ocasión en la que fue enviado a asesinar a algunos miembros de su clan. Desde luego, no había tenido ninguna razón tan apremiante como aquella como para tener que verse cara a cara con aquella depredador, con dientes similares a los suyos, y que a la vez tenían un impacto más potentes cuando era la sonrisa de ella la que se esgrimía en un gesto de recibimiento.
Todo en su interior lucía igual, sin embargo. Los adornos, la mesa de ébano, las inmensas pilas y pilas de documentos. Y Yui, tan pletórica como siempre; sentada en su trono de cuero negro.
Aunque, un par de cosas habían cambiado. Él ahora era un Chunin, y, además, su Kage no estaba sola. Alguien le acompañaba.
—Cuánto tiempo, Kaido. Adelante. Toma asiento —él cabeceó en un gesto de respuesta, en silencio, mientras acataba órdenes de tomar asiento—. Kaguya Hageshi me estaba recordando tu aventura con uno de los Cabezas de Dragón, y tus locas ansias por… infiltrarte en la banda.
—Yui-sama —le llamó, en forma de saludo y tras una nueva inclinación de cabeza—. es cierto, creí en ese momento que era una buena oportunidad. Pero tal y como me dijo Hageshi-sama aquella vez, los ninjas no creemos, sino que constatamos.
Kaido había aprendido mucho desde entonces, y quería demostrarlo.
—¿Apareció? —era evidente que se refería a...—. mi nombre. ¿Apareció en el mural de Hibakari?
Y, si fuera otro, seguro que esa posibilidad le iba a poner los nervios de punta. Pero a él.
No. A él le emocionaba.
Una vez más, el despacho de la Arashikage le recibía con las fauces abiertas por segunda vez en menos de un año. No se aparecía por allí —ni veía a Amekoro Yui, tampoco—. desde aquella ocasión en la que fue enviado a asesinar a algunos miembros de su clan. Desde luego, no había tenido ninguna razón tan apremiante como aquella como para tener que verse cara a cara con aquella depredador, con dientes similares a los suyos, y que a la vez tenían un impacto más potentes cuando era la sonrisa de ella la que se esgrimía en un gesto de recibimiento.
Todo en su interior lucía igual, sin embargo. Los adornos, la mesa de ébano, las inmensas pilas y pilas de documentos. Y Yui, tan pletórica como siempre; sentada en su trono de cuero negro.
Aunque, un par de cosas habían cambiado. Él ahora era un Chunin, y, además, su Kage no estaba sola. Alguien le acompañaba.
—Cuánto tiempo, Kaido. Adelante. Toma asiento —él cabeceó en un gesto de respuesta, en silencio, mientras acataba órdenes de tomar asiento—. Kaguya Hageshi me estaba recordando tu aventura con uno de los Cabezas de Dragón, y tus locas ansias por… infiltrarte en la banda.
—Yui-sama —le llamó, en forma de saludo y tras una nueva inclinación de cabeza—. es cierto, creí en ese momento que era una buena oportunidad. Pero tal y como me dijo Hageshi-sama aquella vez, los ninjas no creemos, sino que constatamos.
Kaido había aprendido mucho desde entonces, y quería demostrarlo.
—¿Apareció? —era evidente que se refería a...—. mi nombre. ¿Apareció en el mural de Hibakari?
Y, si fuera otro, seguro que esa posibilidad le iba a poner los nervios de punta. Pero a él.
No. A él le emocionaba.