17/09/2018, 21:54
Pese a que la intuición le había hecho subir a la azotea, Ayame no encontró nada de valor para la investigación sobre ella. Apenas un par de colillas y un zapato roto de niño, fuera cual fuese la forma de la que había acabado allá. Desde allí, si se tomaba poco tiempo en escudriñarla, vería a los otros dos integrantes del equipo, que se dirigían ahora corriendo y esquivando a la gente por una calle una manzana más allá. Parecía que habían visto algo.
—¿¡Qué ha pasado!? Por favor, tienes que decirnos qué ha pasado. —Kori preguntaba a una niña frente a un callejón. La chica, menuda y con dos coletas castañas, lloraba profusamente.
—¡Un gatito! ¡Hay un gatito muerto ahí! ¡Hay un ga...!
Kori y Daruu intercambiaron miradas. El Hielo le revolvió el pelo a la niña con toda la generosidad que podía entregar un shinobi tan poco apasionado como él.
—Sólo estará herido, seguramente —mintió Kori, haciéndole una seña a Daruu, que asintió y se internó en el callejón—. ¿Y qué hacías tú ahí dentro, eh? Venga, vuelve a casa. Nosotros lo curamos.
La niña se alejó llorando. Kori siguió a su subordinado hasta el fondo del callejón.
Allí estaba, un Chartreaux plateado muy bien alimentado. Tenía un tajo muy severo en el lomo.
—Es el gato del señor Takahashi. No hay duda —confirmó Daruu—. Al final parece que sí que persiguió al asesino. No sabía que los gatos fueran capaces de tener tanto... espíritu vengativo.
—Si lo consideraba de la familia, yo sí que lo comprendo —sentenció Kori—. Aunque las venganzas suelen salir así.
· · ·
—¿¡Qué ha pasado!? Por favor, tienes que decirnos qué ha pasado. —Kori preguntaba a una niña frente a un callejón. La chica, menuda y con dos coletas castañas, lloraba profusamente.
—¡Un gatito! ¡Hay un gatito muerto ahí! ¡Hay un ga...!
Kori y Daruu intercambiaron miradas. El Hielo le revolvió el pelo a la niña con toda la generosidad que podía entregar un shinobi tan poco apasionado como él.
—Sólo estará herido, seguramente —mintió Kori, haciéndole una seña a Daruu, que asintió y se internó en el callejón—. ¿Y qué hacías tú ahí dentro, eh? Venga, vuelve a casa. Nosotros lo curamos.
La niña se alejó llorando. Kori siguió a su subordinado hasta el fondo del callejón.
Allí estaba, un Chartreaux plateado muy bien alimentado. Tenía un tajo muy severo en el lomo.
—Es el gato del señor Takahashi. No hay duda —confirmó Daruu—. Al final parece que sí que persiguió al asesino. No sabía que los gatos fueran capaces de tener tanto... espíritu vengativo.
—Si lo consideraba de la familia, yo sí que lo comprendo —sentenció Kori—. Aunque las venganzas suelen salir así.