18/09/2018, 01:04
Imaginación o no, Kaguya Riko tomó la imperiosa decisión de salir por patas. Tomó su mochila y empezó a andar como quien no quiere la cosa, a paso agigantado, dejando atrás el amplio claro del Valle del Fin.
El uzujin tendría muy en cuenta, sin embargo, que iba a tener que atravesar aquel frondoso paso de maleza que cumplía la función de resguardar naturalmente al Valle. Era el único camino posible que le llevaría finalmente hasta el paso cortado en el que el camino se bifurcaba con la frontera del País del Bosque, y el del Fuego.
Y con cada paso, mayor era la necesidad de echarse un ojo a la espalda. De asegurarse de que esa esa sensación de ser perseguido era sólo una preocupación sin fundamentos, tan sólo víctima del miedo.
Hasta que, claro, lo volvió a oír. Y esta vez con mayor claridad.
¿Un gruñido, tal vez? sí, tenía que serlo. Uno muy profundo y grave. Luego, un par de ramas romperse a su diestra.
Algo se acercaba.
El uzujin tendría muy en cuenta, sin embargo, que iba a tener que atravesar aquel frondoso paso de maleza que cumplía la función de resguardar naturalmente al Valle. Era el único camino posible que le llevaría finalmente hasta el paso cortado en el que el camino se bifurcaba con la frontera del País del Bosque, y el del Fuego.
Y con cada paso, mayor era la necesidad de echarse un ojo a la espalda. De asegurarse de que esa esa sensación de ser perseguido era sólo una preocupación sin fundamentos, tan sólo víctima del miedo.
Hasta que, claro, lo volvió a oír. Y esta vez con mayor claridad.
¿Un gruñido, tal vez? sí, tenía que serlo. Uno muy profundo y grave. Luego, un par de ramas romperse a su diestra.
Algo se acercaba.