18/09/2018, 01:28
Yui dejó escapar el aire entre los dientes en una sonrisa divertida.
—¿Lo ves, Hageshi? Te dije que tenía dos huevos como dos melones. —Si algo se podía deducir de su rostro, es que había quedado satisfecha con la respuesta de su Chūnin.
Había que reconocer algo: Yui no era la mejor cuando se trataba de asuntos de inteligencia. Ella misma lo sabía, y por eso solía delegar en los suyos. Normalmente, Shanise. En aquel caso en particular, en Hageshi, pues era ella quien se ocupaba de la Operación Matadragones. Pero dígase algo de Amekoro Yui: cuando se le mete algo entre ceja y ceja, ya puede bajar el mismísimo Rikudo-sennin en persona, que nadie iba a hacerle cambiar de parecer.
—Tienes razón, Kaido, has demostrado varias veces tus aptitudes. —Primero eliminando el pequeño reducto de Hozukis traidores junto a un escuadrón Anbu; luego trayéndole la cabeza del judas de Keisuke—. Y a nosotros se nos empieza a acabar el tiempo. El Señor Feudal del País del Agua quiere ver resultados; y yo, para que negarlo, empiezo a impacientarme.
»El Dragón Rojo debería llamarse la banda de las ratas. Matas una, y salen diez más de entre los escombros —dijo con voz irritada—. Interrogar a sus empleados no sirve de nada. No saben nada. Y matarles a ellos, parece que tampoco, pues pronto se buscan un substituto. Tenemos que exterminarlos a todos a la vez, y para eso, necesitamos nombres, rostros y localizaciones. ¿Lo entiendes, Kaido? Vas a tener que emular lo que hiciste con los Hozuki…
»... e infiltrarte en la organización.
—¿Lo ves, Hageshi? Te dije que tenía dos huevos como dos melones. —Si algo se podía deducir de su rostro, es que había quedado satisfecha con la respuesta de su Chūnin.
Había que reconocer algo: Yui no era la mejor cuando se trataba de asuntos de inteligencia. Ella misma lo sabía, y por eso solía delegar en los suyos. Normalmente, Shanise. En aquel caso en particular, en Hageshi, pues era ella quien se ocupaba de la Operación Matadragones. Pero dígase algo de Amekoro Yui: cuando se le mete algo entre ceja y ceja, ya puede bajar el mismísimo Rikudo-sennin en persona, que nadie iba a hacerle cambiar de parecer.
—Tienes razón, Kaido, has demostrado varias veces tus aptitudes. —Primero eliminando el pequeño reducto de Hozukis traidores junto a un escuadrón Anbu; luego trayéndole la cabeza del judas de Keisuke—. Y a nosotros se nos empieza a acabar el tiempo. El Señor Feudal del País del Agua quiere ver resultados; y yo, para que negarlo, empiezo a impacientarme.
»El Dragón Rojo debería llamarse la banda de las ratas. Matas una, y salen diez más de entre los escombros —dijo con voz irritada—. Interrogar a sus empleados no sirve de nada. No saben nada. Y matarles a ellos, parece que tampoco, pues pronto se buscan un substituto. Tenemos que exterminarlos a todos a la vez, y para eso, necesitamos nombres, rostros y localizaciones. ¿Lo entiendes, Kaido? Vas a tener que emular lo que hiciste con los Hozuki…
»... e infiltrarte en la organización.