18/09/2018, 15:31
Ah, pero, ¿ahí acababa todo? Sasagani Yota ya se había marchado, bufando improperios junto a su peculiar mascota, camino a quién sabe dónde. Y sin embargo, ¿sucedería lo mismo con Hōzuki Chokichi? Bien sabían los dioses que no.
Cuando el regordete y pelirrojo chuunin dobló la esquina y enfiló la calle, no pudo advertir la sombra que acababa de desplazarse a su espalda. Porque Akame, haciendo uso de sus técnicas de ocultación ninja —un jutsu también conocido como Meisaigakure, que le permitía fundirse con el propio ambiente para ser indistinguible salvo por los ojos más expertos—, se había mantenido a la escucha durante el rifirrafe de su compatriota con Yota. Y ahora tenía algo muy interesante que investigar.
«Esa afición tuya por las cámaras de fotos... Te va a traer problemas de salud, Chokichi-san.»
Así, cuando el lozano Hōzuki se alejase lo suficiente, Akame procedería a seguirle con cautela y mucho disimulo.
Cuando el regordete y pelirrojo chuunin dobló la esquina y enfiló la calle, no pudo advertir la sombra que acababa de desplazarse a su espalda. Porque Akame, haciendo uso de sus técnicas de ocultación ninja —un jutsu también conocido como Meisaigakure, que le permitía fundirse con el propio ambiente para ser indistinguible salvo por los ojos más expertos—, se había mantenido a la escucha durante el rifirrafe de su compatriota con Yota. Y ahora tenía algo muy interesante que investigar.
«Esa afición tuya por las cámaras de fotos... Te va a traer problemas de salud, Chokichi-san.»
Así, cuando el lozano Hōzuki se alejase lo suficiente, Akame procedería a seguirle con cautela y mucho disimulo.