18/09/2018, 16:48
La paciencia tuvo sus frutos, como siempre. Por nada llamaban en aquella Aldea a Uchiha Akame con el apodo de "El Profesional"; el muchacho sabía lo que se hacía. Era un ninja metódico y estudiado, un ninja que sabía mantener controladas las posibles amenazas y que siempre se guardaba un truco bajo la manga para sorprender a sus enemigos. O casi siempre.
Sea como fuere, Akame —que había estado esperando sentado en los escalones del piso superior— se levantó con la agilidad de un gato nada más escuchó el cerrojo y la puerta del apartamento de su objetivo. Cual depredador, bajó cuidadosamente el suficiente número de escalones como para intuir la figura regordeta y anaranjada del Hōzuki abandonando su vivienda e iniciando el descenso. El depredador debía entonces dividirse en dos, y así lo hizo. Con un singular sello de manos, Akame creó una copia exacta de sí mismo. Ambos se miraron, y el clon asintió.
Empezaba la verdadera cacería.
Mientras el original bajaba las escaleras con el mismo cuidado que las había subido y abandonaba el edificio residencial siguiendo la estela de Chokichi, la copia se agazapó junto a la puerta. Esperó unos instantes y, tras comprobar que nadie rondaba por el hueco de la escalera, sacó una ganzúa de su portaobjetos y trató de forzar la puerta.
El jōnin tuvo que contener un improperio cuando los pasos de aquel paparazzi de tres al cuarto le llevaron hasta la vivienda de su difunta amada; o, más bien, a la de su familia. «¿Pero este condenado...? ¿Acaso lo está haciendo adrede para torturarme?» Se tragó su rabia y continuó caminando, cambiándose de acera para no pasar frente a los guardias Sakamoto y agachando la cabeza casualmente para evitar ser reconocido.
Al doblar la esquina, Akame vio que su objetivo se había detenido. «¿Qué te traes con esta gente, malnacido?» No le costó imaginarse por qué Chokichi estaba allí.
Así, el Uchiha realizó una corta serie de sellos y se mimetizó con su entorno en aquella misma posición, junto al primer árbol de la hilera, desde la que podía observar al Hōzuki sin ser visto.
Sea como fuere, Akame —que había estado esperando sentado en los escalones del piso superior— se levantó con la agilidad de un gato nada más escuchó el cerrojo y la puerta del apartamento de su objetivo. Cual depredador, bajó cuidadosamente el suficiente número de escalones como para intuir la figura regordeta y anaranjada del Hōzuki abandonando su vivienda e iniciando el descenso. El depredador debía entonces dividirse en dos, y así lo hizo. Con un singular sello de manos, Akame creó una copia exacta de sí mismo. Ambos se miraron, y el clon asintió.
Empezaba la verdadera cacería.
Mientras el original bajaba las escaleras con el mismo cuidado que las había subido y abandonaba el edificio residencial siguiendo la estela de Chokichi, la copia se agazapó junto a la puerta. Esperó unos instantes y, tras comprobar que nadie rondaba por el hueco de la escalera, sacó una ganzúa de su portaobjetos y trató de forzar la puerta.
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El jōnin tuvo que contener un improperio cuando los pasos de aquel paparazzi de tres al cuarto le llevaron hasta la vivienda de su difunta amada; o, más bien, a la de su familia. «¿Pero este condenado...? ¿Acaso lo está haciendo adrede para torturarme?» Se tragó su rabia y continuó caminando, cambiándose de acera para no pasar frente a los guardias Sakamoto y agachando la cabeza casualmente para evitar ser reconocido.
Al doblar la esquina, Akame vio que su objetivo se había detenido. «¿Qué te traes con esta gente, malnacido?» No le costó imaginarse por qué Chokichi estaba allí.
Así, el Uchiha realizó una corta serie de sellos y se mimetizó con su entorno en aquella misma posición, junto al primer árbol de la hilera, desde la que podía observar al Hōzuki sin ser visto.