18/09/2018, 18:41
El Kage Bunshin no pasó por alto el pequeño papelito que se había caído de la puerta. Cuando ingresó en la vivienda, lo tomó cuidadosamente utilizando sus ganzúas como improvisadas pinzas —para evitar tocar el papel— y lo colocó donde intuía que debía haber estado, en base al movimiento que había hecho al caer. Luego cerró la puerta con delicadeza.
Una vez hecho, se dio la vuelta y encaró la vivienda. Al momento activó su Sharingan, que le permitiría discernir si allí había algún tipo de truco o engaño. Pero aquella vista se correspondía bastante a la idea que Akame tenía de Hōzuki Chokichi, frustrantemente parecido a él mismo en algunos aspectos. Con paso cauto, el Uchiha avanzó cruzando la estancia principal hasta el escritorio que reposaba junto a la cama. Usando los bajos de la camiseta que llevaba bajo el chaleco, Akame se dispuso a abrir, uno a uno, los cajones del escritorio en busca de algo interesante; principalmente fotografías de diversa índole.
«¿Ese jodido...?»
Akame alzó la vista hacia la rama del árbol que acababa de moverse... Y recordó que Chokichi era, en efecto, un Hōzuki. Eso implicaba varias cosas, pero la más acuciante de ellas en aquel momento era que podía deshacer su cuerpo en agua. Si uno sumaba dos y dos, la espontánea desaparición de aquel pervertido no era difícil de resolver. «¿Así que te gusta la escalada? No hay problema, Chokichi-san. Tengo toda la tarde», se dijo el Uchiha. Y allí, estático, observaría el árbol cuya rama se había meneado con el viento, a la espera de que el escurridizo chuunin se revelase o diera un paso en falso.
Una vez hecho, se dio la vuelta y encaró la vivienda. Al momento activó su Sharingan, que le permitiría discernir si allí había algún tipo de truco o engaño. Pero aquella vista se correspondía bastante a la idea que Akame tenía de Hōzuki Chokichi, frustrantemente parecido a él mismo en algunos aspectos. Con paso cauto, el Uchiha avanzó cruzando la estancia principal hasta el escritorio que reposaba junto a la cama. Usando los bajos de la camiseta que llevaba bajo el chaleco, Akame se dispuso a abrir, uno a uno, los cajones del escritorio en busca de algo interesante; principalmente fotografías de diversa índole.
—
«¿Ese jodido...?»
Akame alzó la vista hacia la rama del árbol que acababa de moverse... Y recordó que Chokichi era, en efecto, un Hōzuki. Eso implicaba varias cosas, pero la más acuciante de ellas en aquel momento era que podía deshacer su cuerpo en agua. Si uno sumaba dos y dos, la espontánea desaparición de aquel pervertido no era difícil de resolver. «¿Así que te gusta la escalada? No hay problema, Chokichi-san. Tengo toda la tarde», se dijo el Uchiha. Y allí, estático, observaría el árbol cuya rama se había meneado con el viento, a la espera de que el escurridizo chuunin se revelase o diera un paso en falso.