19/09/2018, 04:19
(Última modificación: 19/09/2018, 04:20 por Hanamura Kazuma.)
Mes de Augurio del año 218
Aquella había sido una temporada difícil: semanas de estudio intensivo y las tribulaciones de presentar una segunda forma para el examen de ascenso. Pero ahora todo eso carecía de peso, era un genin y no tenía nada que reprocharse a sí mismo. Ahora, el mundo y sus posibilidades ilimitadas se habrían ante él. Aun así… prefería tomarse las cosas con un poco de calma, como le gustaba.
Su tutor, sintiéndose en la obligación de recompensar su esfuerzo y comprometerlo a que continuase su camino con aquella misma devoción, le ofreció la oportunidad de viajar a cualquier parte del continente. En sí, eran una vacaciones pagas con el destino dependiendo de sus jóvenes impulsos. La mera idea le provoco vértigo: el continente era enorme, había mucho para conocer y experimentar, quizás demasiado para una sola vida, quizás justo lo suficiente. Decidió que comenzaría con pasos pequeños (luego ya tendría la posibilidad de expandir sus horizontes), limitandose al territorio del País del Bosque.
Jamás había viajado a otro lugar. Claro, estaba el viaje que realizo desde su pueblo, al sur, hacia Kusagakure; pero en aquel trayecto la falta de costumbre y las comidas extrañas le hicieron mal, impidiéndole experimentar las distracciones de la travesía y las impresiones del camino. A su corta edad, lo único que relacionaba con un viaje era una fiebre con escalofríos y un dolor de estómago. Por eso se sentía un poco tímido ante la inmensidad del mapa de Oonindo, pero su temor jamás había sido algo que le impidiese seguir avanzando: habiendo limitado el territorio, se decantó por visitar la capital, Tane-Shigai, ubicada en la periferia del Bosque de Hongos. El camino cruzaba variedad de bosques sutiles, pero la ruta constaba de una relativa línea recta, fácil de trazar en el mapa.
El inicio de su viaje no contenía muchas expectativas; pero a medida que transcurrían los días y que se iba empapando con el ánimo de las historias de camino, su emoción fue creciendo. En las posadas, paso de ser indiferente con los relatos de viajes a ser un asiduo escucha, pese a que no siempre podía creer lo que escuchaba. Pensaba en las imposibilidades de una ciudad construida sobre árboles, pero no rechazaba que resultaría una imagen romántica, digna de un relato épico.
Y así, pasaron los días, sumergido en quiméricas ideas sobre lo que podía estarle esperando. Aunque, segura y justamente por su expresión y ánimos aparentes, el cochero que le había llevado debía de pensar que estaba cargando con un muchachito apático y lacónico.
Finalmente, cuando el coche se detuvo en un puesto de revisión; cuando se bajó animado del mismo y cuando levanto su mirada hacia las alturas, no pudo sino quedarse conmovido por las dimensiones y arbórea belleza de Tane-Shigai.
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