19/09/2018, 17:03
El Kage Bunshin sabía que iba a contrarreloj. Una cerradura se interponía entre él y el contenido del último cajón, pero no estaba dispuesto a darse por vencido. Si había algo que el Hōzuki valoraba más que todo aquel material que había recopilado en sobres etiquetados con las personas a las que quería ver hundirse, era digno de ser descubierto. Así, Akame se acuclilló junto al escritorio y sacó un juego de ganzúas de su portaobjetos. Introdujo las varillas metálicas en la cerradura y trató de forzarla.
Pero antes de que Chokichi llegara al final del parque, una voz familiar le sorprendería a su espalda.
—Chokichi-san, ¿bajando los dangos?
Era Akame, claro. El verdadero. Había desactivado su Sharingan y se acercaba a paso acelerado hacia el chuunin, con ambas manos en los bolsillos. De tanto en tanto andaba lanzando miradas furtivas a la cámara del muchacho, atento a cualquier movimiento que él pudiera hacer con respecto al artilugio.
—Llevo un rato buscándote, para serte sincero. Acompáñame, quiero que veas algo.
«Venga, coño... Necesito algo más de tiempo...»
—
Pero antes de que Chokichi llegara al final del parque, una voz familiar le sorprendería a su espalda.
—Chokichi-san, ¿bajando los dangos?
Era Akame, claro. El verdadero. Había desactivado su Sharingan y se acercaba a paso acelerado hacia el chuunin, con ambas manos en los bolsillos. De tanto en tanto andaba lanzando miradas furtivas a la cámara del muchacho, atento a cualquier movimiento que él pudiera hacer con respecto al artilugio.
—Llevo un rato buscándote, para serte sincero. Acompáñame, quiero que veas algo.
«Venga, coño... Necesito algo más de tiempo...»