19/09/2018, 18:01
Frustrado, Akame devolvió las ganzúas a su portaobjetos cuando entendió que aquella cerradura no iba a ser vencida mediante la habilidad. Sin embargo, todavía estaba muy lejos de ser suficiente para detener a alguien como él; con la misma mano que devolvía las ganzúas al portaobjetos, sacaba un shuriken de filoso aspecto. Luego se lo arrimó a los labios y sopló sobre él, como si quisiera confortarle o contarle un secreto que sólo ellos dos debían conocer. El chakra Fuuton se arremolinó como una suave caricia, adheriéndose perfectamente a la superficie del arma y formando una capa de color plateado que parecía revolverse y cambiar de forma constantemente.
Luego, el Uchiha clavó una de las puntas del shuriken sobre la madera del cajón, justo al lado de la cerradura. «Esto debería bastar», pensó el jōnin. Con ayuda de aquel flujo de chakra, trataría de cortar la madera como si se tratase de mantequilla, siguiendo el contorno interno de la cerradura, para finalmente separarla limpiamente del cajón. Así, podría abrirlo.
¿Cómo no iba a recelar, Hōzuki Chokichi, ante las palabras de su superior? En aquel momento sólo uno de los dos sabía todo el material que el pelirrojo guardaba en su casa, pero sólo la idea de que Akame pudiera descubrirlo ya debía ser suficiente para hacerle cagar en sus propios calzones. El Uchiha, para más inri, nunca había sido tipo diestro en el habla, así que se limitó a no dar muchos detalles.
—Pues precisamente, es que esto está relacionado con mi deber —argumentó, con naturalidad, pues era cierto—. Y con el tuyo. No estamos precisamente en un lugar donde... Pueda decir más, ¿me sigues?
Esperaba que la sola autoridad que su placa dorada proyectaba sobre el Hōzuki fuese suficiente para convencerle.
—Venga, coño, que no tengo todo el día. Por aquí.
Si Chokichi le hacía caso, Akame se daría media vuelta y pondría rumbo al Barrio de las Flores; aunque por un camino distinto al que había recorrido siguiendo al pelirrojo gordinflón. Uno convenientemente más largo, ni tanto como para levantar sospechas, ni tan poco como para no dar tiempo a su Kage Bunshin.
Luego, el Uchiha clavó una de las puntas del shuriken sobre la madera del cajón, justo al lado de la cerradura. «Esto debería bastar», pensó el jōnin. Con ayuda de aquel flujo de chakra, trataría de cortar la madera como si se tratase de mantequilla, siguiendo el contorno interno de la cerradura, para finalmente separarla limpiamente del cajón. Así, podría abrirlo.
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¿Cómo no iba a recelar, Hōzuki Chokichi, ante las palabras de su superior? En aquel momento sólo uno de los dos sabía todo el material que el pelirrojo guardaba en su casa, pero sólo la idea de que Akame pudiera descubrirlo ya debía ser suficiente para hacerle cagar en sus propios calzones. El Uchiha, para más inri, nunca había sido tipo diestro en el habla, así que se limitó a no dar muchos detalles.
—Pues precisamente, es que esto está relacionado con mi deber —argumentó, con naturalidad, pues era cierto—. Y con el tuyo. No estamos precisamente en un lugar donde... Pueda decir más, ¿me sigues?
Esperaba que la sola autoridad que su placa dorada proyectaba sobre el Hōzuki fuese suficiente para convencerle.
—Venga, coño, que no tengo todo el día. Por aquí.
Si Chokichi le hacía caso, Akame se daría media vuelta y pondría rumbo al Barrio de las Flores; aunque por un camino distinto al que había recorrido siguiendo al pelirrojo gordinflón. Uno convenientemente más largo, ni tanto como para levantar sospechas, ni tan poco como para no dar tiempo a su Kage Bunshin.