20/09/2015, 17:12
El demoniaco bicho que emanaba el poder diabolico de Satan por cada pelo de su peludo cuerpo se dirigió a Eri con toda la malicia que cargaba en sus cuatro patas llenas de barro, sucia y dificil de limpiar mezcla de agua y tierra, pero por si eso no fuera suficiente, cuando Eri lo cogio con sus dos manos y lo alzo en el aire para separarlo de ella, aquel ser maquiavelico se revolvió manchandolo todo, literalmente, todo.
Acto seguido, la peliazul lo estrechó contra su mejilla, quedandose ella tambien llena de aquella sustancia marron. Pero sonriendo, como si fuera lo más mejor del mundo. El Uchiha solo observaba la escena incredulo, aunque en su rostro solo se podia hallar su rostro serio habitual, con una ceja algo más alzada de lo normal.
La mujer que se encontraba en la puerta reconoció a Eri y la saludó, lo cual le recordó al rubio que habia una mujer en la puerta. El Uchiha dudó si debia dejarla pasar o cerrarle la puerta en las narices, sabia que por educación deberia dejarla entrar, pero no sabia quien era. ¿Y si era la amaestradora de los perros que le acababan de atacar? Al parecer la peliazul sí sabia quien era, pues la llamó por su nombre, Yuna. Si Eri la conocia, ella la conocia a él y él no la conocia a ella, solo podia ser alguien del orfanato. Pues de esa epoca lo único que mereció quedar en su recuerdo fue Eri, lo demás cayó en saco roto.
Pero tras unos segundos de profunda reflexión, la única persona que encajaba era la adulta que cuidaba a los niños, pero lejos estaba de recordar su nombre o alguna memoria referente a ella. Su rostro serio, volvió a dejar sus cejas en su sitio y se giro para ofrecerle el paso a la desconocida conocida.
Pase, Yuna-chan. Sientese y hablemos.
Eri se acercaria y tomaria la mano de la mujer, metiendola en su casa. Desde ese instante Nabi no veia a la mujer, veia la información acerca del director que podria sonsacarle. Ella y Eri se sentaron en el sofa, que era para maximo dos personas. Nabi acercó su sillon a la mesa y se sentó encarando a las dos feminas. Hasta que la mayor le preguntó acerca de los hombres que en su dia se lo llevaron del orfanato.
Muertos. Como casi todos los envueltos en aquel delito.
Resaltó el casi, no iba dirigido a ella, sino a QUIENYATUSABEH. No tenia ningún problema con hacerla sentir culpable para que le confesara donde se ocultaba aquel cabrón.
Acto seguido, la peliazul lo estrechó contra su mejilla, quedandose ella tambien llena de aquella sustancia marron. Pero sonriendo, como si fuera lo más mejor del mundo. El Uchiha solo observaba la escena incredulo, aunque en su rostro solo se podia hallar su rostro serio habitual, con una ceja algo más alzada de lo normal.
La mujer que se encontraba en la puerta reconoció a Eri y la saludó, lo cual le recordó al rubio que habia una mujer en la puerta. El Uchiha dudó si debia dejarla pasar o cerrarle la puerta en las narices, sabia que por educación deberia dejarla entrar, pero no sabia quien era. ¿Y si era la amaestradora de los perros que le acababan de atacar? Al parecer la peliazul sí sabia quien era, pues la llamó por su nombre, Yuna. Si Eri la conocia, ella la conocia a él y él no la conocia a ella, solo podia ser alguien del orfanato. Pues de esa epoca lo único que mereció quedar en su recuerdo fue Eri, lo demás cayó en saco roto.
Pero tras unos segundos de profunda reflexión, la única persona que encajaba era la adulta que cuidaba a los niños, pero lejos estaba de recordar su nombre o alguna memoria referente a ella. Su rostro serio, volvió a dejar sus cejas en su sitio y se giro para ofrecerle el paso a la desconocida conocida.
Pase, Yuna-chan. Sientese y hablemos.
Eri se acercaria y tomaria la mano de la mujer, metiendola en su casa. Desde ese instante Nabi no veia a la mujer, veia la información acerca del director que podria sonsacarle. Ella y Eri se sentaron en el sofa, que era para maximo dos personas. Nabi acercó su sillon a la mesa y se sentó encarando a las dos feminas. Hasta que la mayor le preguntó acerca de los hombres que en su dia se lo llevaron del orfanato.
Muertos. Como casi todos los envueltos en aquel delito.
Resaltó el casi, no iba dirigido a ella, sino a QUIENYATUSABEH. No tenia ningún problema con hacerla sentir culpable para que le confesara donde se ocultaba aquel cabrón.
—Nabi—