20/09/2018, 17:30
Augurio, Otoño del año 218.
El Sol ya se iba poniendo tras el horizonte del mar que se extendía, inifito en apariencia, más allá de la costa de Uzushiogakure, hacia las Islas del Té. En el embarcadero de la Villa había poca actividad, en parte por las horas y en parte porque se encontraban ya al final de la semana. A los uzujin, bien acostumbrados al clima cálido de su tierra, tampoco solían gustarles los días fríos de Otoño como aquel; pero a saber si eso se convertía en una excusa para los marineros, con la pretensión de acabar antes la jornada.
Sea como fuere, cuando Hōzuki Chokichi pusiera el primer pie en la larguísima estructura de tablas de madera que constituía el embarcadero del Remolino, apenas vería por allí a algunos trabajadores que terminaban de cargar cajas, o fondear algún pequeño navío que recién llegaba. Al final de la pasarela, sin embargo, distinguiría una figura larguilucha y escuálida que contrastaba con el bello horizonte, teñido de colores naranjas, rosáceos y amarillentos.
Uchiha Akame fumaba tranquilas pitadas de su cigarrillo, con la vista perdida en el mar. De tanto en tanto se volteaba para comprobar si el chuunin al que había citado allí cumplía con la hora. Cuando distinguió su silueta regordeta y mundana, una sonrisa torcida se dibujó en sus labios. Había mandado a un joven genin a entregarle un mensaje a Chokichi, citándole allí y a esa misma hora; "en el embarcadero a las ocho de la tarde", había escrito.
En sus manos, una revista enrollada cuyo título se podía ver en la portada.
«La Villa»