20/09/2018, 21:46
—Entrenar, como todos los días hasta que estés preparada —replicó su padre.
«Eso ya lo sabía...» Pensó Ayame, entornando los ojos.
Pero no tuvo mucho tiempo para protestar, pues Zetsuo aceleró el paso y Ayame tuvo que hacerlo también para ponerse a su altura. Ahora el sonido de los acelerados chapoteos acompañaba a sus voces.
—Y he dicho que no te retrases, así que mueve el culo —gruñó el médico—. Yui dejó en mi potestad decidir cuándo dejarte salir, y no quiero presentarme ante ella, decirle que lo estás, y traer sobre mí la deshonra enterándome que has vuelto a perder el control frente a ese monstruo —le recordó, y Ayame hundió los hombros, alicaída—. Los mayores ataques contra la fortaleza de uno mismo vienen por sorpresa, como bien te expliqué el Hiyōbi de la semana pasada. Eso también quiere decir que los detalles del entrenamiento me los reservo por tu bien.
—Hoyōbi. —La corrección salió sola de sus labios, y Ayame se tapó la boca instantáneamente mirándole con temor.
Zetsuo la guió hasta una de las plataformas de entrenamiento que sobresalían de la superficie del lago, y el cemento sustituyó al agua bajo sus pies. Ayame se quedó más o menos en el centro, intercambiando el peso de una pierna a otra.
«¿Me va a hacer combatir contra él? No... ¿verdad?»
«Eso ya lo sabía...» Pensó Ayame, entornando los ojos.
Pero no tuvo mucho tiempo para protestar, pues Zetsuo aceleró el paso y Ayame tuvo que hacerlo también para ponerse a su altura. Ahora el sonido de los acelerados chapoteos acompañaba a sus voces.
—Y he dicho que no te retrases, así que mueve el culo —gruñó el médico—. Yui dejó en mi potestad decidir cuándo dejarte salir, y no quiero presentarme ante ella, decirle que lo estás, y traer sobre mí la deshonra enterándome que has vuelto a perder el control frente a ese monstruo —le recordó, y Ayame hundió los hombros, alicaída—. Los mayores ataques contra la fortaleza de uno mismo vienen por sorpresa, como bien te expliqué el Hiyōbi de la semana pasada. Eso también quiere decir que los detalles del entrenamiento me los reservo por tu bien.
—Hoyōbi. —La corrección salió sola de sus labios, y Ayame se tapó la boca instantáneamente mirándole con temor.
Zetsuo la guió hasta una de las plataformas de entrenamiento que sobresalían de la superficie del lago, y el cemento sustituyó al agua bajo sus pies. Ayame se quedó más o menos en el centro, intercambiando el peso de una pierna a otra.
«¿Me va a hacer combatir contra él? No... ¿verdad?»