21/09/2018, 02:13
(Última modificación: 21/09/2018, 02:15 por Umikiba Kaido. Editado 2 veces en total.)
Estar en presencia de Amekoro Yui siempre había sido siempre una tarea arduamente titánica. Por el aura de majestuosidad y poderío que la rodeaba, además de su merecida reputación de ser una líder imponente y voraz.
Verla directamente a los ojos sin embargo, tal y como se había atrevido el Tiburón por el más sentido y emocionante masoquismo; era algo totalmente distinto. Era símil de convertirte en un náufrago sentenciado a la muerte en medio de una insaciable Tormenta. Respirar bajo el agua, o ser el nadador más diestro sencillamente no servía de nada.
Kaido apretó los dientes y tensó todo el cuerpo, en cuanto aquella sonrisa blindada se inclinó hasta él. El aire se le escapaba a su alrededor, y por un momento creyó que la habitación se había encogido hasta el punto en el que sus ojos sólo presenciaban una ira contenida y volátil.
Él no era la única Bestia en Amegakure al fin y al cabo.
Sonrió tímidamente, y afinó el oído a lo que tenía que decir Hageshi.
—Podría valer… tras pulirlo un poco más —dijo, con sus ojos blanquecinos mirándole por encima del hombro—. En tu informe dijiste que Katame estaba muy interesado en cierto barco…
«Kano-san...»
—En Baratie, sí, el restaurante de la persona que nos contrató para encontrar al supuesto ladrón —que bien había informado en su informe que se trataba de una empleada del mismísimo Katame—. el Dragón tenía un importante cargamento de drogas para transportar, y esa nave era la que mejor le servía.
Entonces se relamió los labios, secos, y trató de aclararse la garganta, más seca aún.
—Digamos que Shenfu Kano fue, técnicamente, el que desencadenó los acontecimientos que llevaron a la muerte de Katame. Imagino que le querrán tan muerto como a mí —entonces, rememoró un detalle. una frase de su carta—. hace meses me escribió a través de una carta de agradecimiento. Lo último que dijo, casualmente, fue que tenía la intención de irse de Taikarune con toda su familia y establecerse en..
En...
En...
—Hibakari.
Verla directamente a los ojos sin embargo, tal y como se había atrevido el Tiburón por el más sentido y emocionante masoquismo; era algo totalmente distinto. Era símil de convertirte en un náufrago sentenciado a la muerte en medio de una insaciable Tormenta. Respirar bajo el agua, o ser el nadador más diestro sencillamente no servía de nada.
Kaido apretó los dientes y tensó todo el cuerpo, en cuanto aquella sonrisa blindada se inclinó hasta él. El aire se le escapaba a su alrededor, y por un momento creyó que la habitación se había encogido hasta el punto en el que sus ojos sólo presenciaban una ira contenida y volátil.
Él no era la única Bestia en Amegakure al fin y al cabo.
Sonrió tímidamente, y afinó el oído a lo que tenía que decir Hageshi.
—Podría valer… tras pulirlo un poco más —dijo, con sus ojos blanquecinos mirándole por encima del hombro—. En tu informe dijiste que Katame estaba muy interesado en cierto barco…
«Kano-san...»
—En Baratie, sí, el restaurante de la persona que nos contrató para encontrar al supuesto ladrón —que bien había informado en su informe que se trataba de una empleada del mismísimo Katame—. el Dragón tenía un importante cargamento de drogas para transportar, y esa nave era la que mejor le servía.
Entonces se relamió los labios, secos, y trató de aclararse la garganta, más seca aún.
—Digamos que Shenfu Kano fue, técnicamente, el que desencadenó los acontecimientos que llevaron a la muerte de Katame. Imagino que le querrán tan muerto como a mí —entonces, rememoró un detalle. una frase de su carta—. hace meses me escribió a través de una carta de agradecimiento. Lo último que dijo, casualmente, fue que tenía la intención de irse de Taikarune con toda su familia y establecerse en..
En...
En...
—Hibakari.