21/09/2018, 11:59
Se evidenciaba, una vez más, el aparente desconocimiento que Kori-sensei tenía sobre las miradas que atraía con sus extravagantes particularidades; el jounin deshizo el paraguas de hielo con una elaborada floritura que lo hizo desintegrarse en pequeños cristalinos. Dos niños le miraron embobados desde una esquina mientras entraba en el local de Dangos. Daruu se encogió de hombros mientras los miraba; se quitó la capucha y se internó en el establecimiento.
El contraste con la temperatura del exterior le hizo sentir un escalofrío agradable. Se afanó por seguir a su mentor, que se había sentado en una de las mesas del fondo. Daruu tomó asiento enfrente de él y cogió también su carta, aunque como acababa de comer una porción de pizza no tenía demasiada hambre.
—¿Qué es lo que quieres saber, Daruu-kun? —le cuestionó Kori.
—Ya te lo he dicho, sensei —insistió—. Quiero aprender a... templarme. A que al menos una pequeña parte de mí sepa comportarse como el Hielo de Amegakure. Quiero aprender a no dejarme llevar por la ira, a mantener la calma.
El contraste con la temperatura del exterior le hizo sentir un escalofrío agradable. Se afanó por seguir a su mentor, que se había sentado en una de las mesas del fondo. Daruu tomó asiento enfrente de él y cogió también su carta, aunque como acababa de comer una porción de pizza no tenía demasiada hambre.
—¿Qué es lo que quieres saber, Daruu-kun? —le cuestionó Kori.
—Ya te lo he dicho, sensei —insistió—. Quiero aprender a... templarme. A que al menos una pequeña parte de mí sepa comportarse como el Hielo de Amegakure. Quiero aprender a no dejarme llevar por la ira, a mantener la calma.