21/09/2018, 12:39
(Última modificación: 21/09/2018, 12:48 por Uchiha Akame. Editado 2 veces en total.)
La perorata que soltó a continuación el siempre despreciado ninja de Uzu sorprendió verdaderamente a Akame; pese a que su rostro seguía siendo una losa de piedra, calma como las aguas de un lago desierto, el Uchiha se encontraba realmente perplejo. Él nunca habría imaginado que Chokichi tuviera las agallas para decirle todas esas cosas a la cara, ni aunque las pensara. Siempre le había visto como una desgracia, un ninja sin seso, respeto ni coraje.
Por eso mismo, le dejó hablar. Mientras el Hōzuki se iba encendiendo, Akame no apartaba la mirada de sus ojos ni un momento. Cuando terminó, se hizo el silencio, un silencio tan profundo como una simba abisal...
Y entonces Akame se echó a reír. No era una risa divertida, pero tampoco burlona. Era casi un carraspeo gutural y de frenesí.
—¡Sí! ¡Sí, joder! ¡Ahora estamos hablando! —vociferó, acercándose a grandes zancadas al muchacho—. ¡Eso es, ostia, me cago en mi puta vida! ¡Suéltalo! ¡Suelta esa puta ira que te come por dentro!
Se encontraba a apenas un palmo del chuunin pelirrojo, y sería entonces cuando Chokichi notaría un súbito pero notable peso en sus manos. Si bajaba la vista un momento, comprobaría que tenía en su poder una buena barra de acero gris, de aspecto macizo pero lo suficientemente ligera como para que pudiera blandirla sin problemas. Lucía atractiva, poderosa, con una superficie perfectamente lisa y tan dura que podría partirle el cráneo a un hombre adulto.
—¿Ocurre algo, Chokichi-san? ¿¡Ocurre algo!? ¿¡Estás enfadado!? ¡Estás enfadado! ¡Estás furioso, ¿verdad?!
Akame seguía gritándole, esta vez muy cerca del oído. Con apenas un movimiento, Chokichi podría estamparle aquella barra de acero en toda la cabeza.
—¡Venga, ostia! ¡Hazlo! ¡Échale un par de huevos!
Por eso mismo, le dejó hablar. Mientras el Hōzuki se iba encendiendo, Akame no apartaba la mirada de sus ojos ni un momento. Cuando terminó, se hizo el silencio, un silencio tan profundo como una simba abisal...
Y entonces Akame se echó a reír. No era una risa divertida, pero tampoco burlona. Era casi un carraspeo gutural y de frenesí.
—¡Sí! ¡Sí, joder! ¡Ahora estamos hablando! —vociferó, acercándose a grandes zancadas al muchacho—. ¡Eso es, ostia, me cago en mi puta vida! ¡Suéltalo! ¡Suelta esa puta ira que te come por dentro!
Se encontraba a apenas un palmo del chuunin pelirrojo, y sería entonces cuando Chokichi notaría un súbito pero notable peso en sus manos. Si bajaba la vista un momento, comprobaría que tenía en su poder una buena barra de acero gris, de aspecto macizo pero lo suficientemente ligera como para que pudiera blandirla sin problemas. Lucía atractiva, poderosa, con una superficie perfectamente lisa y tan dura que podría partirle el cráneo a un hombre adulto.
—¿Ocurre algo, Chokichi-san? ¿¡Ocurre algo!? ¿¡Estás enfadado!? ¡Estás enfadado! ¡Estás furioso, ¿verdad?!
Akame seguía gritándole, esta vez muy cerca del oído. Con apenas un movimiento, Chokichi podría estamparle aquella barra de acero en toda la cabeza.
—¡Venga, ostia! ¡Hazlo! ¡Échale un par de huevos!