21/09/2018, 12:59
Daruu repitió su petición y Kōri le escuchó con suma atención, con sus ojos de escarcha clavados en el muchacho y los dedos entrelazados debajo de su barbilla. No intervino en ningún momento, ni siquiera cuando su pupilo terminó de hablar, y es que una mujer se acercó a ellos desde la barra. El Jōnin pidió un plato de dangos para compartir y, sólo una vez la camarera se hubo alejado tras una respetuosa reverencia, habló:
—Supongo que serás consciente de que algo así no se consigue de la noche a la mañana, Daruu-kun —le dijo, sincero—. Además tú no eres El Hielo, y no puedes aspirar a serlo jamás. Tú eres diferente. Eres El Caramelo —Kōri inspiró por la nariz y se irguió en la silla, estirando la espalda—. Ya te conozco desde hace un tiempo y sé cómo eres. Eres un shinobi muy capaz que ha logrado adquirir esa placa plateada que ahora luces en tu brazo. Pero te pierde la impaciencia, el fuego arde en tus venas y "derrite" tu sentido común. Eso es lo que tienes que trabajar, porque eso fue lo que estuvo a punto de perderos en Uzushiogakure: a ti y a Ayame.
—Supongo que serás consciente de que algo así no se consigue de la noche a la mañana, Daruu-kun —le dijo, sincero—. Además tú no eres El Hielo, y no puedes aspirar a serlo jamás. Tú eres diferente. Eres El Caramelo —Kōri inspiró por la nariz y se irguió en la silla, estirando la espalda—. Ya te conozco desde hace un tiempo y sé cómo eres. Eres un shinobi muy capaz que ha logrado adquirir esa placa plateada que ahora luces en tu brazo. Pero te pierde la impaciencia, el fuego arde en tus venas y "derrite" tu sentido común. Eso es lo que tienes que trabajar, porque eso fue lo que estuvo a punto de perderos en Uzushiogakure: a ti y a Ayame.