21/09/2018, 14:55
Lloraba desconsolado, pero, por alguna razón, aquella vez no se desahogaba por ello. No se sentía mejor. Sus lágrimas no vaciaban el gran tormento que sufría en su interior. No limpiaban su alma. Nada. Cero.
Se restregó los ojos, reprimiendo las últimas sacudidas de su cuerpo, y levantó la mirada. Abrió la boca y ahogó un grito, aterrorizado, al ver la luna, roja y tan cercana que parecía que iba caer sobre ellos. Con tres aspas dibujadas en ella. Como si estuviese observándole. Vigilándole. Su mente tardó más de la cuenta en llegar a la única conclusión posible: «¿Un Genjutsu?»
Sus manos formaron el Kai, la técnica capaz de romper cualquier ilusión. Mas no aquella. No aquella…
Aquella continuó hurgando en su mente. Jugando con sus recuerdos. Le transportó a otro lugar, a otro tiempo. Uno en el que compartía clase con Akame, Haskoz, Noemi, Furukawa Eri y Senju Nabi. Eran todos muy niños —era increíble el cambio que un chaval pegaba en solo tres años—, y estaban en una clase práctica. Muchos no lo pensarían al verlos, pues simplemente estaban jugando a Capturar la bandera. Un juego de niños que, en realidad, fortalecía y potenciaba muchas más aptitudes ninjas de lo que uno pudiese pensar. Más que, Chokichi pensaba, una simple clase teórica.
Porque para ganar, no bastaba con individualismos. Se necesitaba trabajar en equipo. Confiar el uno en el otro. Tener una estrategia clara, y saber adaptarse a la del contrario, así como a posibles eventualidades.
Chokichi había sido enviado junto a Noemi a una expedición por el flanco derecho. Un rodeo de manual, con tan solo un pequeño e intranscendente inconveniente: el riachuelo que tenían que cruzar. Intrascendente para todos, salvo para Noemi. Envalentonada, la joven había tratado de cruzarlo a pesar de no saber nadar. Un craso error. Un craso error que podía haberle costado muy caro de no haber estado allí Chokichi.
La salvó. Dejó que se abrazase a él mientras nadaba hasta la otra orilla. Los ojos de ella, por primera vez, reflejados en los suyos propios. Le miraba. Le miraba no con ese aire de superioridad que siempre la envolvía, sino de tú a tú, con agradecimiento. Le dedicó una sonrisa nerviosa. Le besó en la mejilla. Le dio las gracias.
Y el calor que le envolvió en ese momento, la pura emoción, el júbilo… y el fantasma del beso que le acariciaría la mejilla todavía por unos minutos, lo convertía, sin duda, en el momento más feliz de su vida. Con aplastante diferencia.
Algunos dirían que era patético que aquel simple beso fuese el más dichoso de su existencia. Para él, sin embargo, era un tesoro tan radiante que le hacía daño a la propia vista. Era puro, genuino, y simplemente… feliz.
Se restregó los ojos, reprimiendo las últimas sacudidas de su cuerpo, y levantó la mirada. Abrió la boca y ahogó un grito, aterrorizado, al ver la luna, roja y tan cercana que parecía que iba caer sobre ellos. Con tres aspas dibujadas en ella. Como si estuviese observándole. Vigilándole. Su mente tardó más de la cuenta en llegar a la única conclusión posible: «¿Un Genjutsu?»
Sus manos formaron el Kai, la técnica capaz de romper cualquier ilusión. Mas no aquella. No aquella…
Aquella continuó hurgando en su mente. Jugando con sus recuerdos. Le transportó a otro lugar, a otro tiempo. Uno en el que compartía clase con Akame, Haskoz, Noemi, Furukawa Eri y Senju Nabi. Eran todos muy niños —era increíble el cambio que un chaval pegaba en solo tres años—, y estaban en una clase práctica. Muchos no lo pensarían al verlos, pues simplemente estaban jugando a Capturar la bandera. Un juego de niños que, en realidad, fortalecía y potenciaba muchas más aptitudes ninjas de lo que uno pudiese pensar. Más que, Chokichi pensaba, una simple clase teórica.
Porque para ganar, no bastaba con individualismos. Se necesitaba trabajar en equipo. Confiar el uno en el otro. Tener una estrategia clara, y saber adaptarse a la del contrario, así como a posibles eventualidades.
Chokichi había sido enviado junto a Noemi a una expedición por el flanco derecho. Un rodeo de manual, con tan solo un pequeño e intranscendente inconveniente: el riachuelo que tenían que cruzar. Intrascendente para todos, salvo para Noemi. Envalentonada, la joven había tratado de cruzarlo a pesar de no saber nadar. Un craso error. Un craso error que podía haberle costado muy caro de no haber estado allí Chokichi.
La salvó. Dejó que se abrazase a él mientras nadaba hasta la otra orilla. Los ojos de ella, por primera vez, reflejados en los suyos propios. Le miraba. Le miraba no con ese aire de superioridad que siempre la envolvía, sino de tú a tú, con agradecimiento. Le dedicó una sonrisa nerviosa. Le besó en la mejilla. Le dio las gracias.
Y el calor que le envolvió en ese momento, la pura emoción, el júbilo… y el fantasma del beso que le acariciaría la mejilla todavía por unos minutos, lo convertía, sin duda, en el momento más feliz de su vida. Con aplastante diferencia.
Algunos dirían que era patético que aquel simple beso fuese el más dichoso de su existencia. Para él, sin embargo, era un tesoro tan radiante que le hacía daño a la propia vista. Era puro, genuino, y simplemente… feliz.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado