21/09/2018, 15:05
«Y ahí estás, Chokichi-san.»
Chokichi se pasó una mano por la frente para limpiarse el sudor, parpadeando. Una, dos veces.
Tres...
Y todo se había esfumado.
A su alrededor, el paisaje era triste y gris. Un basto yermo en el que no se distinguía señal alguna de vida salvo algún arbusto seco aquí y allá. Incluso el cielo parecía haber perdido sus alegres colores y ahora exhibía un antinatural tapiz oscuro, a medio camino entre el crepúsculo y la noche cerrada. Sin embargo, no había estrellas, ni Sol, ni Luna. Nada se intuía allí arriba, más que lo que parecía una simple tela cubriendo el mundo.
—Chokichi-san.
La voz de Akame asaltaría al chuunin por la espalda. Si se giraba, vería al jōnin de pie junto a una enorme grieta en el suelo de la que emanaba un icor oscuro y espeso, como si la Tierra misma se estuviera desgarrando mediante una fea herida. La abertura parecía conducir a una oscura sima, tan profunda que ni siquiera podía intuírse el fondo.
—¿Quieres echar un vistazo a mi abismo?
Akame lo observó con una expresión incluso más impersonal de lo que era habitual en él, con ojos profundos que parecían estar mirando en lo más hondo de Chokichi. Su voz, gris, volvió a retumbar por todas partes.
—Abajo te espera el camino que tanto ansías... El camino del héroe.
Chokichi se pasó una mano por la frente para limpiarse el sudor, parpadeando. Una, dos veces.
Tres...
Y todo se había esfumado.
A su alrededor, el paisaje era triste y gris. Un basto yermo en el que no se distinguía señal alguna de vida salvo algún arbusto seco aquí y allá. Incluso el cielo parecía haber perdido sus alegres colores y ahora exhibía un antinatural tapiz oscuro, a medio camino entre el crepúsculo y la noche cerrada. Sin embargo, no había estrellas, ni Sol, ni Luna. Nada se intuía allí arriba, más que lo que parecía una simple tela cubriendo el mundo.
—Chokichi-san.
La voz de Akame asaltaría al chuunin por la espalda. Si se giraba, vería al jōnin de pie junto a una enorme grieta en el suelo de la que emanaba un icor oscuro y espeso, como si la Tierra misma se estuviera desgarrando mediante una fea herida. La abertura parecía conducir a una oscura sima, tan profunda que ni siquiera podía intuírse el fondo.
—¿Quieres echar un vistazo a mi abismo?
Akame lo observó con una expresión incluso más impersonal de lo que era habitual en él, con ojos profundos que parecían estar mirando en lo más hondo de Chokichi. Su voz, gris, volvió a retumbar por todas partes.
—Abajo te espera el camino que tanto ansías... El camino del héroe.