21/09/2018, 15:58
(Última modificación: 21/09/2018, 15:58 por Aotsuki Ayame.)
Y entonces otra voz decidió unirse a la fiesta. Una voz que no desearía haber escuchado de nuevo. Y mucho menos en aquella situación.
—No...
Los chasquidos, los flashes violetas, las explosiones seguían sucediéndose sin ningún tipo de piedad. Y las voces eran tan inclementes como la propia tempestad que la rodeaba.
—¿¡Quién eres!?
—¡No...!
Chasquido. Rayo. Trueno. Destellos rojos como la sangre. La energía recorriéndola.
—¿¡QUÉ ERES!?
Ayame se agarró a la voz de su padre como a una tabla de madera en un naufragio. Abrió los ojos. Ojos salvajes, aguamarina, donde antes había dulce chocolate y bañados por la sombra del color de la sangre. Le buscó. No quería soltarlo. Si lo hacía se ahogaría de nuevo en aquel terrible abismo.
Ayame apretó las mandíbulas. Dientes serrados que crujieron entre sí.
«Recuerda... ¡Recuerda!» Se exigió, las lágrimas rodando por sus mejillas. Y recordó a Daruu vendado por su culpa. Los rayos cegándola. Recordó a Daruu esposado y con la nariz torcida. Los truenos ensordeciéndola. Recordó un Pacto roto en mil pedazos por su culpa. El fuego en la piel... Pero ella se agarró con todas sus fuerzas a su salvavidas. No se dejó ir.
—¡¡¡TE DIJE QUE NO VOLVERÍAS A UTILIZARME!!! —rugió a viva voz, los ojos clavados en Aotsuki Zetsuo—. ¡SOY AOTSUKI AYAME, DE AMEGAKURE, Y TU GUARDIANA! ¡¡NO HARÁS DAÑO A LOS MÍOS!!
«TÚ ERES MI JAULA»
«YO TAMBIÉN QUIERO SALIR A REFUGIARME EN ESOS BOSQUES»
«TÚ ME LO IMPIDES»
«DÉJAME SALIR. NO ERES NADIE. ERES MÍA. ERES MÍA»
«YO TAMBIÉN QUIERO SALIR A REFUGIARME EN ESOS BOSQUES»
«TÚ ME LO IMPIDES»
«DÉJAME SALIR. NO ERES NADIE. ERES MÍA. ERES MÍA»
—No...
Los chasquidos, los flashes violetas, las explosiones seguían sucediéndose sin ningún tipo de piedad. Y las voces eran tan inclementes como la propia tempestad que la rodeaba.
—¿¡Quién eres!?
«NADIE»
—¡No...!
Chasquido. Rayo. Trueno. Destellos rojos como la sangre. La energía recorriéndola.
—¿¡QUÉ ERES!?
Ayame se agarró a la voz de su padre como a una tabla de madera en un naufragio. Abrió los ojos. Ojos salvajes, aguamarina, donde antes había dulce chocolate y bañados por la sombra del color de la sangre. Le buscó. No quería soltarlo. Si lo hacía se ahogaría de nuevo en aquel terrible abismo.
«¡¡NADA!!»
«ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA»
«ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA ERES MÍA»
Ayame apretó las mandíbulas. Dientes serrados que crujieron entre sí.
«Recuerda... ¡Recuerda!» Se exigió, las lágrimas rodando por sus mejillas. Y recordó a Daruu vendado por su culpa. Los rayos cegándola. Recordó a Daruu esposado y con la nariz torcida. Los truenos ensordeciéndola. Recordó un Pacto roto en mil pedazos por su culpa. El fuego en la piel... Pero ella se agarró con todas sus fuerzas a su salvavidas. No se dejó ir.
—¡¡¡TE DIJE QUE NO VOLVERÍAS A UTILIZARME!!! —rugió a viva voz, los ojos clavados en Aotsuki Zetsuo—. ¡SOY AOTSUKI AYAME, DE AMEGAKURE, Y TU GUARDIANA! ¡¡NO HARÁS DAÑO A LOS MÍOS!!