21/09/2018, 16:54
Daruu, evidentemente sorprendido por la repentina exigencia del Jōnin, formuló una pregunta que no sería respondida. En su lugar, El Hielo apresó sus muñecas en cuanto las expuso con un agarre tan firme como el de las garras de un búho. Y Daruu sintió un frío atroz quemándole la piel. Para cuando le dejó libre, el Amedama vería unas esposas de hielo inmovilizándole sendas manos, juntas pero separadas lo justo como para impedir que formulara cualquier sello con ellas.
—Buena suerte.
Y con un sello del carnero, la figura de Kōri se desvaneció en el aire con una última ventisca de aire frío. Al menos había dejado sobre la mesa un par de monedas.
—Buena suerte.
Y con un sello del carnero, la figura de Kōri se desvaneció en el aire con una última ventisca de aire frío. Al menos había dejado sobre la mesa un par de monedas.