21/09/2018, 17:53
Cuando Chokichi abrió los ojos, esperaba encontrarse en el Yomi. En una sala de torturas. En el peor de los infiernos. En cualquier cosa, menos aquello.
Se encontraba en la Villa, en uno de esos días en los que Shiona parecía sonreírle desde lo alto. Olía a comida recién hecha, a flor de cerezo, a mar. Una voz, alegre e inconfundible, llegó hasta sus oídos. El corazón le dio un vuelco, dándose la vuelta justo a tiempo para recibir su cálido abrazo y un beso en la mejilla.
—¿N-noemi-chan? —preguntó, perplejo y feliz al mismo tiempo. Una sonrisa temblorosa pero alegre cruzó su rostro. Nunca en la vida Noemi le había hablado con tanta dulzura. Con tanto cariño. Una pequeña parte de él, por supuesto, le decía que nada de aquello era real. Que seguía estando en un Genjutsu. Que Noemi, en realidad, estaba tullida.
Acalló aquella molesta voz como a la del moribundo que pide limosna: apartando la mirada hacia otro lado. Sabía que estaba ahí, y que debía oírla, pero se sentía mejor pretendiendo que no existía.
—¿D-de… de verdad estabas preocupada? —Una sensación muy parecida a satisfacción y alegría invadió su ser, mientras contemplaba a su alrededor y comprobaba que no solo se trataba de ella, sino de todos sus compañeros. De Shiona en persona. De Yakisoba, Hanabi… Todos.
Aceptó la cerveza que Noemi le ofrecía pese a no gustarle el alcohol. Un día era un día, se dijo. «¿El camino del héroe? ¡Creo que podría acostumbrarme muy rápido a esto!» Tomó un rico pastel que la mismísima Shiona le ofrecía. Lo degustó. Lo saboreó. Noemi se le acercó al oído y le susurró con voz de ángel, haciéndole cosquillas en el cuello con cada suspiro. Chokichi emitió una risa aguda y baja. Se puso rojo. Se armó de valor y la miró a los ojos.
—¿Q-qué te encantaría hacer? —preguntó, también en susurros.
—DespedazarRTE MuY LenTAMenTE.
—¿¡QUUUUUUEEEEEEEEEÉ!?
La boca casi se le desencaja del susto, cayendo de culo por el salto que pegó. Oyó una voz dentro de su cabeza. Fuera. En todas partes. Una voz que le puso los pelos de punta y reía de forma sádica.
Cuando se dio cuenta, Noemi ardía en llamas.
—No, no, no, no, no... ¡No! —Trató de salvarla. Trató de salvarla como aquel día en el riachuelo. Se abrazó a ella y trató de apagar el fuego con su propia agua. Pero era inútil. Inútil… Su piel caía como cera derretida, en un olor nauseabundo. Quiso vomitar, pero algo le golpeó la espalda y cayó de nuevo al suelo.
La plaza ardía. Ardía con la furia de un monstruo inimaginable. Un coro se cerró entorno a él. Le gritaban. Le acusaban de cobarde. Chokichi se tapó los oídos, llorando de impotencia. Mocos cayéndole por la nariz. Le estaban partiendo el corazón.
----No, no, no, no. Callaos, por favor… Yo no soy… ¡No soy ningún cobarde! —chilló, y el llanto acudió a su garganta y sacudió su pecho—. Por favor… ¡Por favor!
Otro impacto respondió a sus súplicas. Esta vez directo a sus costillas. Notó su espalda partirse bajo un peso descomunal. Y otro golpe. Y otro, y otro. Ya no sabía ni por dónde le venían. Eran demasiados. Por todas partes. Por todos lados.
—P… o… r… f… a… v… o… r…
Pronto su garganta no pudo ni pedir clemencia. Pronto su cuerpo dejó de existir como tal, convirtiéndose en un amasijo de carne y sangre. Su conciencia, reducida a la mínima existencia. Aplastada. Encogida sobre sí misma, como un niño pequeño que se abraza las rodillas en un rincón tras contemplar un acto terrible.
Más solo que nunca…
Más insignificante que nunca…
Se encontraba en la Villa, en uno de esos días en los que Shiona parecía sonreírle desde lo alto. Olía a comida recién hecha, a flor de cerezo, a mar. Una voz, alegre e inconfundible, llegó hasta sus oídos. El corazón le dio un vuelco, dándose la vuelta justo a tiempo para recibir su cálido abrazo y un beso en la mejilla.
—¿N-noemi-chan? —preguntó, perplejo y feliz al mismo tiempo. Una sonrisa temblorosa pero alegre cruzó su rostro. Nunca en la vida Noemi le había hablado con tanta dulzura. Con tanto cariño. Una pequeña parte de él, por supuesto, le decía que nada de aquello era real. Que seguía estando en un Genjutsu. Que Noemi, en realidad, estaba tullida.
Acalló aquella molesta voz como a la del moribundo que pide limosna: apartando la mirada hacia otro lado. Sabía que estaba ahí, y que debía oírla, pero se sentía mejor pretendiendo que no existía.
—¿D-de… de verdad estabas preocupada? —Una sensación muy parecida a satisfacción y alegría invadió su ser, mientras contemplaba a su alrededor y comprobaba que no solo se trataba de ella, sino de todos sus compañeros. De Shiona en persona. De Yakisoba, Hanabi… Todos.
Aceptó la cerveza que Noemi le ofrecía pese a no gustarle el alcohol. Un día era un día, se dijo. «¿El camino del héroe? ¡Creo que podría acostumbrarme muy rápido a esto!» Tomó un rico pastel que la mismísima Shiona le ofrecía. Lo degustó. Lo saboreó. Noemi se le acercó al oído y le susurró con voz de ángel, haciéndole cosquillas en el cuello con cada suspiro. Chokichi emitió una risa aguda y baja. Se puso rojo. Se armó de valor y la miró a los ojos.
—¿Q-qué te encantaría hacer? —preguntó, también en susurros.
—DespedazarRTE MuY LenTAMenTE.
—¿¡QUUUUUUEEEEEEEEEÉ!?
La boca casi se le desencaja del susto, cayendo de culo por el salto que pegó. Oyó una voz dentro de su cabeza. Fuera. En todas partes. Una voz que le puso los pelos de punta y reía de forma sádica.
Cuando se dio cuenta, Noemi ardía en llamas.
—No, no, no, no, no... ¡No! —Trató de salvarla. Trató de salvarla como aquel día en el riachuelo. Se abrazó a ella y trató de apagar el fuego con su propia agua. Pero era inútil. Inútil… Su piel caía como cera derretida, en un olor nauseabundo. Quiso vomitar, pero algo le golpeó la espalda y cayó de nuevo al suelo.
La plaza ardía. Ardía con la furia de un monstruo inimaginable. Un coro se cerró entorno a él. Le gritaban. Le acusaban de cobarde. Chokichi se tapó los oídos, llorando de impotencia. Mocos cayéndole por la nariz. Le estaban partiendo el corazón.
----No, no, no, no. Callaos, por favor… Yo no soy… ¡No soy ningún cobarde! —chilló, y el llanto acudió a su garganta y sacudió su pecho—. Por favor… ¡Por favor!
Otro impacto respondió a sus súplicas. Esta vez directo a sus costillas. Notó su espalda partirse bajo un peso descomunal. Y otro golpe. Y otro, y otro. Ya no sabía ni por dónde le venían. Eran demasiados. Por todas partes. Por todos lados.
—P… o… r… f… a… v… o… r…
Pronto su garganta no pudo ni pedir clemencia. Pronto su cuerpo dejó de existir como tal, convirtiéndose en un amasijo de carne y sangre. Su conciencia, reducida a la mínima existencia. Aplastada. Encogida sobre sí misma, como un niño pequeño que se abraza las rodillas en un rincón tras contemplar un acto terrible.
Más solo que nunca…
Más insignificante que nunca…
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado