21/09/2018, 19:16
Chokichi escuchó con asombro y estupefacción las palabras del jounin. Quería entrenarle. Después de todo lo que había pasado entre ellos, quería entrenarle. No solo se trataba de la revista, era mucho más.
Eran las fotos de chicas semidesnudas, o desnudas al completo, que Akame había encontrado en su apartamento —no tenía casi ninguna duda de que había sido él—. Eran las fotografías que había sacado a su propio Hermano para hundirle. Eran las fotografías que había hecho de él mismo para buscar un punto débil que atacar. Eran las fotografías que había sacado a él y a su difunta novia en su momento más íntimo… Eran montañas y montañas de afrentas.
—A partir de ahora, o todos luchamos juntos... O moriremos solos —aseguró, voltéandose para volver a clavar su mirada, que había vuelto a aquel tono azabache mate, en el Hōzuki—. Lo entiendes, ¿verdad?
Lo entendía. Entendía sus palabras. En parte estaba de acuerdo. Seguramente, de haber sido otro quien las hubiese pronunciado, con más carisma, hasta hubiese alzado el puño al cielo. Hasta se hubiese golpeado el pecho con él. Hasta hubiese lanzado vítores de gloria a Uzushiogakure no Sato…
Hasta hubiese sentido que la piel se le erizaba de puro patriotismo.
Pero él también tenía demasiado que perdonar a Akame. Le había envidiado una buena parte de su vida. Tan solo era un crío como él, con la nariz torcida, feo como el demonio y sin presencia alguna. ¿Cómo alguien como él se había ganado el afecto de Koko? ¿Cómo es que le habían ascendido a Jounin? ¿Cómo es que lo mantenía después de sus cagadas? Una parte de él, le odiaba por ello. Y siempre le odiaría.
Por no hablar de la tortura a la que acababa de someterle. Cruel. Desalmada. Usando a la hermana de su propia novia para hacerle daño. Cuanto más lo pensaba, más rencor se desbordaba en él. Y, entonces…
Lo supo. Supo que tenía que aceptar.
—Yo… No sé qué decir. —Seguía de rodillas. Se había vomitado encima y tenía un aspecto lamentable—. Yo… Estás… ¿Estás seguro?
Eran las fotos de chicas semidesnudas, o desnudas al completo, que Akame había encontrado en su apartamento —no tenía casi ninguna duda de que había sido él—. Eran las fotografías que había sacado a su propio Hermano para hundirle. Eran las fotografías que había hecho de él mismo para buscar un punto débil que atacar. Eran las fotografías que había sacado a él y a su difunta novia en su momento más íntimo… Eran montañas y montañas de afrentas.
—A partir de ahora, o todos luchamos juntos... O moriremos solos —aseguró, voltéandose para volver a clavar su mirada, que había vuelto a aquel tono azabache mate, en el Hōzuki—. Lo entiendes, ¿verdad?
Lo entendía. Entendía sus palabras. En parte estaba de acuerdo. Seguramente, de haber sido otro quien las hubiese pronunciado, con más carisma, hasta hubiese alzado el puño al cielo. Hasta se hubiese golpeado el pecho con él. Hasta hubiese lanzado vítores de gloria a Uzushiogakure no Sato…
Hasta hubiese sentido que la piel se le erizaba de puro patriotismo.
Pero él también tenía demasiado que perdonar a Akame. Le había envidiado una buena parte de su vida. Tan solo era un crío como él, con la nariz torcida, feo como el demonio y sin presencia alguna. ¿Cómo alguien como él se había ganado el afecto de Koko? ¿Cómo es que le habían ascendido a Jounin? ¿Cómo es que lo mantenía después de sus cagadas? Una parte de él, le odiaba por ello. Y siempre le odiaría.
Por no hablar de la tortura a la que acababa de someterle. Cruel. Desalmada. Usando a la hermana de su propia novia para hacerle daño. Cuanto más lo pensaba, más rencor se desbordaba en él. Y, entonces…
Lo supo. Supo que tenía que aceptar.
—Yo… No sé qué decir. —Seguía de rodillas. Se había vomitado encima y tenía un aspecto lamentable—. Yo… Estás… ¿Estás seguro?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado