21/09/2018, 19:31
(Última modificación: 21/09/2018, 19:32 por Uchiha Akame.)
Silencio. Y luego apenas un balbuceo, unas palabras entrecortadas en las que se podía leer una aceptación a medias. Ya era más de lo que Akame había esperado conseguir, teniendo en cuenta que el hablador, el de la lengua de plata, siempre había sido su Hermano. Él era duro como una roca y basto como el acero. Pero eso era justamente lo que él pensaba que hacía falta en ese momento.
Volvió a cruzarse de brazos y bajó la mirada. ¿Que si estaba seguro? Nunca había estado menos seguro de algo en toda su vida, y al mismo tiempo, rara vez sentía aquella determinación. Pero la paz se había roto, ya las Aldeas no mantendrían los tratados de antaño y Uzushiogakure necesitaba mostrarse más fuerte que nunca. Las divisiones internas sólo significarían la caída del Remolino y la perdición de todos sus habitantes, ninjas o civiles. De eso sí que estaba seguro.
Tardó en contestar.
—Estoy seguro de que si le echas agallas y te centras de una maldita vez, serás un gran espía, sí —replicó, cortante. Tal vez demasiado cortante—. Ahora hay cosas mucho más importantes que tú, que yo, que... Lo que sea que haya ocurrido entre nosotros en el pasado.
Se acercó al Hōzuki y le ofreció la mano derecha para que se ayudara de ella al incorporarse.
—No sería fácil. Ni bonito. Ni agradable —enumeró—, pero cuando hayamos acabado, nunca más tendrás que sentirte débil o pequeño.
Luego sacó de nuevo su paquete de tabaco y se colocó el enésimo cigarrillo consecutivo en los labios. Empezaba a tener la boca seca y la lengua ya le sabía completamente a esparto. Sin llegar a encenderlo, agregó.
—Y se acabaron las gilipolleces. No más fotos a chicas en pelotas, no más putas investigaciones, conspiraciones y tramas contra tus propios compañeros. Todo eso se acabó.
Volvió a cruzarse de brazos y bajó la mirada. ¿Que si estaba seguro? Nunca había estado menos seguro de algo en toda su vida, y al mismo tiempo, rara vez sentía aquella determinación. Pero la paz se había roto, ya las Aldeas no mantendrían los tratados de antaño y Uzushiogakure necesitaba mostrarse más fuerte que nunca. Las divisiones internas sólo significarían la caída del Remolino y la perdición de todos sus habitantes, ninjas o civiles. De eso sí que estaba seguro.
Tardó en contestar.
—Estoy seguro de que si le echas agallas y te centras de una maldita vez, serás un gran espía, sí —replicó, cortante. Tal vez demasiado cortante—. Ahora hay cosas mucho más importantes que tú, que yo, que... Lo que sea que haya ocurrido entre nosotros en el pasado.
Se acercó al Hōzuki y le ofreció la mano derecha para que se ayudara de ella al incorporarse.
—No sería fácil. Ni bonito. Ni agradable —enumeró—, pero cuando hayamos acabado, nunca más tendrás que sentirte débil o pequeño.
Luego sacó de nuevo su paquete de tabaco y se colocó el enésimo cigarrillo consecutivo en los labios. Empezaba a tener la boca seca y la lengua ya le sabía completamente a esparto. Sin llegar a encenderlo, agregó.
—Y se acabaron las gilipolleces. No más fotos a chicas en pelotas, no más putas investigaciones, conspiraciones y tramas contra tus propios compañeros. Todo eso se acabó.