23/09/2018, 17:28
(Última modificación: 24/09/2018, 02:42 por Hanamura Kazuma. Editado 1 vez en total.)
—Buenas, disculpa, ¿es usted quién está dispuesto a compartir la mesa?
Las palabras le tomaron por sorpresa, arrancándole de la distracción del espectáculo que se mostraba en la ventana. En su interior dio un respingo, pero en el exterior giro su rostro con natural tranquilidad, observando con curiosidad a la recién llegada.
—Si… Adelante, hay suficiente espacio para los dos —dijo, mientras la inspeccionaba con la mirada.
Se trataba de una muchacha, acaso mayor que él. Su piel se mostraba clara hasta en las mejillas y su rostro yacía contorneado por la caída de una capa negra, densa, extensa. La misma cubría con sinuosidad el resto de su cuerpo, como emulando un rio nocturno o subterráneo. Resaltaban en su apariencia unos ojos de un color verde vivido y profundo, como el que representa la más pura vida vegetal o como el que es propio de una joya misteriosa cuyo nombre no alcanzaba a recordar.
—Disculpa la pregunta —le dijo, atrapado por la curiosidad que encendía aquel oscuro manto que cubría a la chica—, ¿también has venido a conocer la ciudad?
¿Qué clase de pregunta era aquella? Una inocente o quizás una tomadura de pelo, y es que su tono fuerte pero sereno, que se había elevado un poco por encima del murmullo, hacía difícil el determinarlo.
Las palabras le tomaron por sorpresa, arrancándole de la distracción del espectáculo que se mostraba en la ventana. En su interior dio un respingo, pero en el exterior giro su rostro con natural tranquilidad, observando con curiosidad a la recién llegada.
—Si… Adelante, hay suficiente espacio para los dos —dijo, mientras la inspeccionaba con la mirada.
Se trataba de una muchacha, acaso mayor que él. Su piel se mostraba clara hasta en las mejillas y su rostro yacía contorneado por la caída de una capa negra, densa, extensa. La misma cubría con sinuosidad el resto de su cuerpo, como emulando un rio nocturno o subterráneo. Resaltaban en su apariencia unos ojos de un color verde vivido y profundo, como el que representa la más pura vida vegetal o como el que es propio de una joya misteriosa cuyo nombre no alcanzaba a recordar.
—Disculpa la pregunta —le dijo, atrapado por la curiosidad que encendía aquel oscuro manto que cubría a la chica—, ¿también has venido a conocer la ciudad?
¿Qué clase de pregunta era aquella? Una inocente o quizás una tomadura de pelo, y es que su tono fuerte pero sereno, que se había elevado un poco por encima del murmullo, hacía difícil el determinarlo.
![[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]](https://i.pinimg.com/originals/aa/b6/87/aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif)