23/09/2018, 21:14
(Última modificación: 23/09/2018, 21:16 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Ayame sintió una cierta diversión al ver la estupefacción dibujarse en los rasgos de Etsu. La verdad es que se lo esperaba, por lo que había podido comprobar con sus propios ojos, en cuanto a arquitectura Amegakure era muy diferente de las otras dos aldeas. Edificios altísimos construidos con metal, luces de neón brillando por todas partes, canales por caminos, barcas como medio de transporte, energía generada a partir de la lluvia... Casi parecía un mundo aparte.
Y Ayame, muchas veces, se sentía que no era parte de ese mundo.
Había agua, sí... Pero también era una ciudad demasiado artificial.
—P-pero... ¿cómo? —preguntó Etsu, incapaz de contener por más tiempo la correa de la curiosidad—. ¿Cómo es posible eso? ¿Casas gigantes iluminadas mas grandes que las montañas? Es... Es... —El muchacho chasqueó la lengua, como si no supiera cómo formular lo que estaba deseando saber—. Se supone que es una villa oculta... ¿No? ¿De verdad pueden esconder algo así...?
Ayame se limitó a encogerse de hombros con una sonrisa. Se levantó, con cuidado para no volverse a marear, y después estiró las piernas y los brazos. Se había quedado entumecida.
—Bueno... Hasta el momento parece que funciona. Y esperemos que siga así —respondió, simple y llanamente.
La verdad es que Amegakure se encontraba en una posición de lo más privilegiada, geográficamente hablando: Protegida al este por las altas cordilleras del País de la Tierra, al oeste por el océano y al sur por una tempestad sólo franqueable por un túnel de acceso limitado a shinobi cualificados o el abrasador calor del desierto del País del Viento. Sí, aunque pareciera al contrario, estaban muy bien escondidos.
—Por cierto, no recuerdo haberte visto en las primeras pruebas del examen de chunin. ¿No estás participando en él?
Y Ayame, muchas veces, se sentía que no era parte de ese mundo.
Había agua, sí... Pero también era una ciudad demasiado artificial.
—P-pero... ¿cómo? —preguntó Etsu, incapaz de contener por más tiempo la correa de la curiosidad—. ¿Cómo es posible eso? ¿Casas gigantes iluminadas mas grandes que las montañas? Es... Es... —El muchacho chasqueó la lengua, como si no supiera cómo formular lo que estaba deseando saber—. Se supone que es una villa oculta... ¿No? ¿De verdad pueden esconder algo así...?
Ayame se limitó a encogerse de hombros con una sonrisa. Se levantó, con cuidado para no volverse a marear, y después estiró las piernas y los brazos. Se había quedado entumecida.
—Bueno... Hasta el momento parece que funciona. Y esperemos que siga así —respondió, simple y llanamente.
La verdad es que Amegakure se encontraba en una posición de lo más privilegiada, geográficamente hablando: Protegida al este por las altas cordilleras del País de la Tierra, al oeste por el océano y al sur por una tempestad sólo franqueable por un túnel de acceso limitado a shinobi cualificados o el abrasador calor del desierto del País del Viento. Sí, aunque pareciera al contrario, estaban muy bien escondidos.
—Por cierto, no recuerdo haberte visto en las primeras pruebas del examen de chunin. ¿No estás participando en él?