23/09/2018, 21:58
—Que no lo encontraremos... —completó Ayame en voz baja y un pesado nudo en la garganta.
Se reincorporó en su asiento y, con un largo y tendido suspiro, cogió una patata y le dio un tímido mordisquito, masticando lentamente.
—Un hombre ha muerto durante la noche en el interior de un local de fideos —volvió a rumiar para los tres—. El asesino debía estar ya dentro del local, o bien la puerta estaba abierta porque la cerradura no fue forzada. El arma del crimen era un arma blanca, lo suficientemente larga como para atravesar el pecho del hombre. No conocemos el motivo, no parece haber habido ni siquiera un intento de robo... El gato de la víctima salió en defensa de su dueño y tras pelear con él en un callejón ha terminado muerto, con otro tajo, así que es probable que el asesino aún conserve su arma... No tenemos habilidades de rastreo, y la lluvia nos impide seguir ningún rastro de sangre que pudiera haber...
Ayame chasqueó la lengua, irritada y con un pesado dolor de cabeza. El tiempo corría en su contra. A cada minuto que pasaba el asesino se les escapaba de entre los dedos.
Y allí estaban ellos. Comiendo hamburguesas y patatas fritas.
Furiosa consigo misma, Ayame tiró la patata sobre la bandeja, se levantó de golpe y salió del establecimiento.
Se reincorporó en su asiento y, con un largo y tendido suspiro, cogió una patata y le dio un tímido mordisquito, masticando lentamente.
—Un hombre ha muerto durante la noche en el interior de un local de fideos —volvió a rumiar para los tres—. El asesino debía estar ya dentro del local, o bien la puerta estaba abierta porque la cerradura no fue forzada. El arma del crimen era un arma blanca, lo suficientemente larga como para atravesar el pecho del hombre. No conocemos el motivo, no parece haber habido ni siquiera un intento de robo... El gato de la víctima salió en defensa de su dueño y tras pelear con él en un callejón ha terminado muerto, con otro tajo, así que es probable que el asesino aún conserve su arma... No tenemos habilidades de rastreo, y la lluvia nos impide seguir ningún rastro de sangre que pudiera haber...
Ayame chasqueó la lengua, irritada y con un pesado dolor de cabeza. El tiempo corría en su contra. A cada minuto que pasaba el asesino se les escapaba de entre los dedos.
Y allí estaban ellos. Comiendo hamburguesas y patatas fritas.
Furiosa consigo misma, Ayame tiró la patata sobre la bandeja, se levantó de golpe y salió del establecimiento.