23/09/2018, 23:28
Un problema menos, ese, de que nadie realmente estaba prestándole atención. Tampoco eran muchos miembros —un detalle bastante importante, si me lo preguntáis a mí—. una docena, a lo mucho. La mayoría bastante jóvenes.
Sin el escrutinio de los Inuzuka, Riko pudo empezar a meditar sus opciones. Lo primero que hizo fue palpar los barrotes que le retenían. Eran de acero, desde luego, y no serían precisamente sencillos de romper ni con la fuerza más bruta. A su vez, la cerradura a la que buscó mover su mano con el mayor de los disimulos no parecía tener cavidad para destrabar la misma desde el interior. El agujero de la llave yacía por fuera.
Sin el escrutinio de los Inuzuka, Riko pudo empezar a meditar sus opciones. Lo primero que hizo fue palpar los barrotes que le retenían. Eran de acero, desde luego, y no serían precisamente sencillos de romper ni con la fuerza más bruta. A su vez, la cerradura a la que buscó mover su mano con el mayor de los disimulos no parecía tener cavidad para destrabar la misma desde el interior. El agujero de la llave yacía por fuera.