24/09/2018, 00:08
(Última modificación: 24/09/2018, 00:09 por Aotsuki Ayame.)
Pero Eri no la escuchó. Siguió caminando hacia delante en su intención de esposar a Daruu, su figura invadió el espacio personal de Ayame sin verla y entonces, simplemente, la atravesó. Como si fuera parte del aire, como si no fuera más que un fantasma. Y antes de que Ayame pudiera pensar siquiera en darse la vuelta, fue el mundo el que giró a su alrededor para dejar la escena frente a sus ojos.
—No...
Eri se agachó junto a Daruu. Ayame intentó avanzar, pero descubrió con horror que volvía a estar paralizada en el sitio. El chasquido de las esposas al cerrarse se clavó en sus tímpanos como una sentencia. Entonces Akame pasó junto a ella, se agachó junto a su pareja y le hizo levantar la barbilla.
—Ahora nos vas a decir dónde guardáis a la jinchuuriki.
Ayame se revolvió en el sitio, tratando inútilmente de deshacerse de aquellas ataduras invisibles.
—N... n...
—¿No? Muy bien —El Uchiha se reincorporó, echó la pierna hacia atrás y Ayame cerró los ojos para no ver lo que sabía que estaba a punto de pasar. Pero las imágenes estaban grabadas a fuego en sus retinas, ni siquiera sus párpados la protegían, y se vio obligada a ver cómo Daruu recibía aquella patada que le hacía aullar de dolor—. Hablarás. Haremos que hables.
—No ha ocurrido... no ha ocurrido... es una ilusión... es una ilusión... —se repetía Ayame entre susurros, temblando de impotencia—. No es real... es una ilusión... no es real...
Pero la idea de que estaba siendo una mera espectadora de un sueño no era para nada alentadora. Y menos cuando estaba obligada a ver una escena así.
—No...
Eri se agachó junto a Daruu. Ayame intentó avanzar, pero descubrió con horror que volvía a estar paralizada en el sitio. El chasquido de las esposas al cerrarse se clavó en sus tímpanos como una sentencia. Entonces Akame pasó junto a ella, se agachó junto a su pareja y le hizo levantar la barbilla.
—Ahora nos vas a decir dónde guardáis a la jinchuuriki.
Ayame se revolvió en el sitio, tratando inútilmente de deshacerse de aquellas ataduras invisibles.
—N... n...
—¿No? Muy bien —El Uchiha se reincorporó, echó la pierna hacia atrás y Ayame cerró los ojos para no ver lo que sabía que estaba a punto de pasar. Pero las imágenes estaban grabadas a fuego en sus retinas, ni siquiera sus párpados la protegían, y se vio obligada a ver cómo Daruu recibía aquella patada que le hacía aullar de dolor—. Hablarás. Haremos que hables.
—No ha ocurrido... no ha ocurrido... es una ilusión... es una ilusión... —se repetía Ayame entre susurros, temblando de impotencia—. No es real... es una ilusión... no es real...
Pero la idea de que estaba siendo una mera espectadora de un sueño no era para nada alentadora. Y menos cuando estaba obligada a ver una escena así.