25/09/2018, 00:09
El renqueante sonido del ascensor fue ganando en intensidad a medida que se acercaba. Cuando llegó, osciló de arriba abajo por un instante, y se oyó el sonido característico de unas piezas metálicas encajando con otras. Hageshi abrió la puerta y pulsó un botón, varios pisos más abajo del que estaban.
Más próximos el uno del otro, y en un ambiente cerrado, Kaido pudo apreciar mejor la fragancia que envolvía a la jounin: tabaco de liar, acondicionador y un tercer olor que no supo identificar, pero que le recordaba a la que tenía una herida abierta.
Las cuerdas del ascensor frenaron y el armatoste se detuvo. Un largo pasillo conducía a una sala espaciosa y poco amueblada de paredes azules y grandes ventanales. Había una mesa en el centro, y varias sillas de cuero negro repartidas a lo largo de esta.
—Cierra la puerta —dijo mientras se sentaba a la cabeza de la mesa. Se sacó una bolsita de plástico con papel de liar, tabaco y un filtro en el interior. Tras liar un cigarro con tanta rapidez y facilidad que bien parecía que podía hacerlo a una mano y sin mirar, lo prendió con un mechero de color oro—. Siéntate —ordenó de nuevo, señalando con la mirada la silla de su diestra—. Tengo varios informes que darte, sobre lo que sabemos hasta ahora de algunos Cabeza de Dragón. Quiero que prestes atención especial a dos de ellos, pues sabemos de su localización aproximada en estos momentos. Son tu mejor baza para dejarte pescar.
Dio una calada profunda, y echó el humo hacia un lado.
Más próximos el uno del otro, y en un ambiente cerrado, Kaido pudo apreciar mejor la fragancia que envolvía a la jounin: tabaco de liar, acondicionador y un tercer olor que no supo identificar, pero que le recordaba a la que tenía una herida abierta.
Las cuerdas del ascensor frenaron y el armatoste se detuvo. Un largo pasillo conducía a una sala espaciosa y poco amueblada de paredes azules y grandes ventanales. Había una mesa en el centro, y varias sillas de cuero negro repartidas a lo largo de esta.
—Cierra la puerta —dijo mientras se sentaba a la cabeza de la mesa. Se sacó una bolsita de plástico con papel de liar, tabaco y un filtro en el interior. Tras liar un cigarro con tanta rapidez y facilidad que bien parecía que podía hacerlo a una mano y sin mirar, lo prendió con un mechero de color oro—. Siéntate —ordenó de nuevo, señalando con la mirada la silla de su diestra—. Tengo varios informes que darte, sobre lo que sabemos hasta ahora de algunos Cabeza de Dragón. Quiero que prestes atención especial a dos de ellos, pues sabemos de su localización aproximada en estos momentos. Son tu mejor baza para dejarte pescar.
Dio una calada profunda, y echó el humo hacia un lado.